Bunny y el ave mágica



Había una vez, en el hermoso bosque de Conejilandia, una pequeña conejita llamada Bunny. Bunny era muy especial, ya que a diferencia de otros conejos que solo pensaban en sí mismos, ella amaba compartir con su familia.

Cada día, Bunny se levantaba temprano y salía corriendo por el prado verde para buscar alimentos frescos para su familia. Recogía zanahorias jugosas y lechugas crujientes con mucho cuidado, asegurándose de no dañar las plantas.

Luego regresaba a la madriguera donde vivían sus padres y sus tres hermanitos. Un día soleado, mientras Bunny estaba buscando comida cerca del río, escuchó un ruido extraño proveniente de unos arbustos cercanos.

Se acercó lentamente y vio a un pajarito atrapado entre las ramas. - ¡Oh no! -exclamó Bunny preocupada-. ¡Pobre pajarito! Necesito ayudarlo. Con mucho cuidado, Bunny liberó al pajarito y lo sostuvo delicadamente en sus patitas suaves.

El pajarito parecía asustado pero pronto se dio cuenta de que estaba a salvo gracias a la amabilidad de Bunny. - Gracias por salvarme -dijo el pajarito con voz temblorosa-. ¿Cómo puedo recompensarte? Bunny sonrió dulcemente y respondió: -No necesitas darme nada a cambio.

Me alegra poder ayudarte porque me gusta compartir mi amor y bondad con todos los seres vivos. El pajarito quedó impresionado por la nobleza de Bunny e insistió en ser amigo de ella.

Juntos, volaron por el bosque y Bunny le mostró a su nuevo amigo los lugares más hermosos de Conejilandia. Mientras tanto, en la madriguera, la familia de Bunny comenzó a preocuparse porque ella no había regresado. Sus padres y sus hermanitos salieron en busca de ella, llamándola por todo el bosque.

- ¡Bunny! ¿Dónde estás? -gritaban desesperados. Finalmente, escucharon un débil trino proveniente del cielo. Miraron hacia arriba y vieron a Bunny volando junto al pajarito. Todos quedaron asombrados al verla tan feliz y rodeada de nuevos amigos.

- ¡Bunny! ¡Estamos tan contentos de encontrarte! - exclamó su mamá con alivio-. Pero... ¿cómo aprendiste a volar? Bunny descendió delicadamente y explicó emocionada: - Mamá, papá, conocí a este amiguito en apuros y decidí ayudarlo.

Resulta que él es un ave mágica que me concedió el poder de volar como muestra de gratitud. La familia conejo se abrazó emocionada por la valentía e bondad de Bunny.

A partir de ese día, Bunny continuó compartiendo su amor con todos los animales del bosque y se convirtió en una heroína muy querida en Conejilandia. Y así, gracias a su generosidad y espíritu amoroso, Bunny vivió muchas aventuras emocionantes mientras seguía compartiendo su felicidad con todos los que la rodeaban.

Y recuerda pequeño lector: compartir siempre será una gran virtud que nos hace felices a nosotros mismos y a los demás. Fin.

FIN.

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