Burbujas de aventura


Había una vez un niño llamado Tomás que amaba jugar con burbujas. Todos los días, después de la escuela, salía al jardín y soplaba burbujas de todos los colores y tamaños imaginables.

Le encantaba verlas flotar en el aire y reventar cuando tocaban algo. Un día, mientras jugaba en el jardín trasero de su casa, Tomás se dio cuenta de que había perdido la llave de la puerta.

Intentó abrirla por todos lados pero no encontró la forma. Se había quedado atrapado dentro del jardín. Tomás estaba asustado y empezó a llorar porque no sabía cómo salir del jardín.

Pero luego recordó sus burbujas: si podía hacer una lo suficientemente grande, podría subirse encima y salir volando por encima del muro. Así que comenzó a soplar una gran burbuja que creció cada vez más hasta ser tan grande como él mismo. Con cuidado, se subió sobre ella y comenzó a flotar hacia arriba.

- ¡Esto es genial! - gritó Tomás emocionado mientras veía todo desde lo alto. Pero entonces algo inesperado sucedió: la burbuja explotó justo debajo de él. De repente se encontró cayendo al vacío sin control.

Después de varios minutos cayendo en picada, Tomás finalmente llego al suelo con un gran golpe. - Uff... eso dolió - dijo tocándose las rodillas raspadas. Pero algo extraño ocurrió cuando miró hacia adelante: estaba en un lugar desconocido para él.

No reconocía nada de lo que veía. - ¿Dónde estoy? - se preguntó asombrado. Entonces, decidió explorar el lugar y caminó por un largo tiempo hasta encontrar a una abuela que estaba sentada en un banco alimentando palomas. - Hola, señora.

Disculpe la molestia, pero me he perdido. ¿Podría ayudarme a volver a mi casa? - le preguntó Tomás con voz temblorosa. La abuela sonrió amablemente y le dijo:- Claro, joven.

Pero antes de eso, ¿quieres jugar conmigo a soplar burbujas? Tomás no podía creerlo: ¡había encontrado otra persona que también amaba las burbujas! Así que empezaron a soplar burbujas juntos y se divirtieron mucho.

Mientras jugaban, la abuela le enseñó algunas cosas interesantes sobre las burbujas: cómo hacerlas más grandes o más pequeñas según la cantidad de jabón que usara o cómo hacerlas durar más tiempo si les agregaba un poco de azúcar al agua.

Finalmente, después de pasar un hermoso rato juntos, la abuela llevó a Tomás hasta su casa. Y aunque había pasado por muchas aventuras emocionantes ese día, nunca olvidaría lo importante que era seguir disfrutando de las cosas simples como jugar con burbujas y encontrar amigos inesperados en el camino.

Desde entonces Tomás siguió jugando con sus burbujas pero esta vez sabiendo todo lo aprendido gracias a esa simpática abuelita.

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