Buscando el Arcoíris en el Mar
Era un día soleado en la pequeña ciudad de Mariposa, donde vivían Emelie y su mejor amiga, Sofía. Las chicas se encontraban en el jardín de Emelie, cuando de pronto un arcoíris brilló en el cielo después de una breve lluvia. Emelie miró con asombro.
"¡Mirá, Sofía! ¡Un arcoíris! ¿Te imaginas dónde termina?" – dijo Emelie emocionada.
"Creo que deberíamos ir a buscarlo. ¡Tal vez haya un tesoro al final!" – sugirió Sofía, con los ojos brillando de entusiasmo.
Las chicas decidieron que tenían que ir al mar porque creían que ahí podrían encontrar la final del arcoíris. Empacaron una mochila con algunas galletas, frutas, un mapa, y se pusieron en marcha.
Caminando por el sendero que conducía a la playa, conversaban sobre lo que podrían encontrar.
"Quizás hagamos un amigo mágico en el camino" - dijo Emelie, riéndose.
"O un animal extraño que proteja el tesoro" - añadió Sofía, juguetonamente.
Cuando llegaron a la playa, el cielo comenzaba a despejarse y el arcoíris aún era visible en el horizonte. Las olas rompían suavemente en la orilla y las chicas sintieron una brisa fresca.
"¡Veo la playa! Vamos a buscar el final del arcoíris allí" – exclamó Sofía, señalando con su dedo.
Mientras se acercaban, notaron algo sorprendente. En una roca cerca de la orilla, había un grupo de conchas de diferentes colores.
"¡Mirá eso! ¡Son como un arcoíris!" – dijo Emelie mientras recogía una hermosa concha amarilla.
Sofía se agachó para ver de cerca.
"Deben ser especiales. Tal vez este es el verdadero tesoro" – sugirió.
Las chicas decidieron llenar su mochila con las conchas, convencidas de que eran mágicas. Empezaron a explorar más la playa cuando de repente, una gaviota voló justo sobre sus cabezas.
"¡Hola! ¿Han visto el arcoíris?" – graznó la gaviota, sorprendiéndolas.
"¡Sí! Pero no sabemos dónde termina" – respondió Emelie, incrédula.
La gaviota se posó en una roca cercana y les explicó.
"Los arcoíris no siempre terminan en un lugar físico, a veces están en nuestros corazones. Pero hay algo que pueden hacer. Si quieren un deseo, deben encontrar un objeto que haga que el arcoíris se ilumine aún más".
"¿Cómo es un objeto así?" – preguntó Sofía, intrigada.
"Algo que refleje todos los colores. Cualquier cosa que haga que se sienta conectado a la magia del arcoíris" - dijo la gaviota.
Las chicas miraron a su alrededor y vieron un viejo espejo roto entre las rocas.
"¡Eso es!" – gritó Emelie.
Fueron hacia el espejo y lo levantaron cuidadosamente.
"Es perfecto para reflejar la luz. ¡Vamos a probar!" - dijo Sofía emocionada.
Con el espejo en mano, las chicas corrieron hacia un pequeño montículo, donde podían ver el arcoíris más claro. Cuando sostuvieron el espejo hacia el cielo, las luces comenzaron a reflejarse y a esparcirse por todo el lugar. De repente, comenzó a brillar intensamente.
"Mirá! ¡Es como si el arcoíris viniera a nosotros!" – gritó Emelie, sin poder contener su alegría.
A medida que la luz se intensificaba, las conchas de colores empezaron a brillar con fuerza, dándole vida a la playa con mil colores. Las chicas se dieron cuenta de que el verdadero tesoro era la emoción y la amistad que compartían.
Una ráfaga de viento llevó a la gaviota a sobrevolar el lugar.
"¡Excelente trabajo! Ahora saben que el arcoíris siempre está presente en sus corazones y en su amistad" – dijo la gaviota mientras se alejaba volando.
Las chicas se miraron, sonriendo, sintiendo el calor de la experiencia compartida.
"No necesitamos un tesoro físico, porque lo mejor ya lo tenemos" – dijo Sofía, abrazando a Emelie.
"Eres una gran amiga, Sofía. Siempre seré tu compañera de aventuras. ¿Qué será lo próximo que buscaremos?" - preguntó Emelie.
"¡El sol! ¡Siempre brilla y nos une a todos!" – respondieron las chicas, riendo mientras regresaban a casa con sus tesoros en las manos y sus corazones llenos de felicidad.
FIN.