Buscando el Mejor Libro del Mundo
Había una vez un niño llamado Tomás, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos brillantes. Tomás amaba leer, y soñaba con encontrar el mejor libro del mundo. Por eso, un día decidió emprender una aventura para buscarlo.
Mientras caminaba por el bosque, encontró a su amigo Lucas, quien estaba sentado bajo un árbol, hojeando un cómic.
"¡Hola, Lucas! Estoy buscando el mejor libro del mundo, ¿quieres acompañarme?" - preguntó Tomás entusiasmado.
"¡Claro! Pero, ¿sabes cómo se ve el mejor libro del mundo?" - respondió Lucas, con una sonrisa.
Tomás pensó un momento y dijo:
"No, pero creo que debe tener historias increíbles y personajes fascinantes. Vamos a buscarlo juntos."
Los dos amigos comenzaron su búsqueda. Primero, llegaron a la biblioteca del pueblo, donde la bibliotecaria, Doña Elena, estaba ordenando unos libros.
"¿Doña Elena, podría ayudarnos? Estamos buscando el mejor libro del mundo" - dijo Tomás.
"Mmmm, el mejor libro del mundo... eso suena complicado. Pero tengo algo que podría gustarles." - respondió Doña Elena, mientras les entregaba un libro grande y polvoriento.
"¿Es este?" - preguntó Lucas, mientras lo hojeaba.
"Es un gran clásico, pero no sé si es el mejor. Cada libro tiene su propio valor, ¿saben? Estén abiertos a descubrir cosas nuevas.“ - dijo Doña Elena.
Tomás y Lucas le agradecieron y se llevaron el libro a un rincón de la biblioteca. Comenzaron a leer, pero después de un rato, Tomás dijo:
"No es lo que esperaba. Busquemos algo más que nos haga sentir, que nos haga reír o soñar."
Decididos a seguir buscando, salieron de la biblioteca y fueron hacia el mercado del pueblo. Allí, encontraron a un anciano llamado Don Pablo, que vendía libros viejos y raros.
"¿Tienes el mejor libro del mundo, Don Pablo?" - preguntó Lucas, curioso.
"El mejor libro del mundo no se compra, se encuentra en el corazón de cada lector" - respondió el anciano misteriosamente.
"Pero, ¿no tienes un libro que sea el mejor para compartir?" - insistió Tomás.
Don Pablo sonrió y les mostró un libro que parecía brillar bajo el sol.
"Este es un diario de aventuras. Las mejores historias son las vividas. Tómalo y añadan sus propias aventuras. Esa será la historia más grande de todas."
Tomás y Lucas, un poco confundidos pero intrigados, aceptaron el libro. Empezaron a escribir en él, narrando sus propias pequeñas aventuras a medida que pasaban los días. Un día, fueron de camping, otro visitaron un museo, y también ayudaron a un vecino a construir un comedero para pájaros.
Con cada página, los amigos se dieron cuenta de que sus experiencias se volvían más y más valiosas.
"Tal vez no haya un libro que sea el mejor en el mundo, sino que cada uno tiene su propio mejor libro" - dijo Tomás, emocionado.
"¡Sí! Y nuestra historia se está volviendo increíble!" - contestó Lucas, mientras añadía otra entrada al diario.
Finalmente, decidieron volver a la biblioteca y mostrarle su libro a Doña Elena.
"Miren lo que hemos hecho! Es un diario de nuestras aventuras!" - exclamó Tomás, mientras le entregaba el libro.
Doña Elena lo hojeó y dijo:
"¡Esto es maravilloso! Este libro tiene el poder de inspirar a otros. Ustedes han creado algo único, y eso es lo más importante."
Tomás y Lucas sonrieron orgullosos. Habían encontrado el verdadero sentido de su búsqueda: el mejor libro del mundo era la suma de sus vivencias, risas, y la amistad que compartían.
Desde ese día, continuaron escribiendo en su diario, llenándolo de aventuras y sueños, entendiendo que cada vez que vivían algo nuevo, estaban escribiendo su propia historia, un relato que podría ser el mejor libro del mundo, al menos para ellos.
Y así continuaron, aprendiendo que la vida misma está llena de libros mágicos, siempre listos para ser escritos. Y en cada página, descubrían un nuevo capítulo de su amistad y aventuras, el mejor libro del mundo donde cada uno podía encontrar su propio final feliz.
FIN.