Buscando un daruma por Japón
En un pequeño pueblo de Japón, vivía una niña llamada Yuki, que tenía un sueño: quería aprender a volar. Cada noche, miraba al cielo estrellado y se imaginaba fluyendo entre las nubes. Un día, mientras paseaba por el mercado del pueblo, vio un daruma rojo en un puesto, y una idea brilló en su mente.
-Yuki, ¿qué estás mirando? -preguntó su amiga Hana.
-Veo ese daruma, siempre dicen que trae buena suerte y ayuda a cumplir los deseos. ¡Quiero que me ayude a volar! -exclamó Yuki emocionada.
-¿Y cómo piensas hacer eso? -preguntó Hana con curiosidad.
-¡No lo sé! Pero creo que si lo llevo a diferentes lugares por Japón, el daruma podría aprender sobre la aventura de volar y ayudarme a conseguirlo. -Yuki decidió que emprendería un viaje lleno de sorpresas.
Al día siguiente, Yuki se despidió de su madre y partió con su daruma bajo el brazo. La primera parada fue en un hermoso parque de cerezos en flor. Allí conoció a un anciano sabio que cuidaba de los árboles.
-Hola, joven viajera. ¿Qué te trae aquí? -preguntó el anciano.
-Vengo a buscar la manera de volar. ¿Puedes ayudarme? -contestó Yuki.
-El volar es un arte que requiere práctica y paciencia. Ven, te enseñaré a observar los pájaros. -Dijo el anciano, señalando un grupo de gaviotas que danzaban en el aire.
Mientras observaba, Yuki notó cómo los pájaros movían sus alas con gracia y fluidez, y decidió imitar sus movimientos. Pero claro, no podía volar: "Tal vez el daruma me enseñe eso luego", pensó.
Después de un tiempo, Yuki siguió su camino, reflexionando sobre las enseñanzas del anciano. Luego llegó a una playa, donde conoció a un grupo de jóvenes surfistas.
-Hola, ¿quieres unirte a nosotros? -preguntó uno de ellos con una sonrisa.
-Soy Yuki y busco una manera de volar -dijo ella, sosteniendo el daruma.
-Pero ¡estás a un paso de ello! Ven a probar el surf. Es como volar sobre el agua. -A Yuki le emocionó la idea y decidió aprender. Tras unas horas sobre la tabla, sintió el viento en su rostro y el mar bajo sus pies, una sensación parecida a volar.
-¡Esto es increíble! -gritaba mientras intentaba mantenerse en equilibrio. Su daruma observaba desde la orilla, como si sonriera.
Después de varios días llenos de aventuras, Yuki se sentó en una colina a descansar, y de pronto se dio cuenta de algo sorprendente. No había necesitado volar para sentir la libertad: cada nueva experiencia la había permitido soñar de formas que nunca antes había imaginado.
-En el camino, conocí la alegría de la surfista, el canto de los pájaros y, sobre todo, hice amigos valiosos. -reflexionó Yuki mientras acariciaba su daruma.
Así que decidió regresar a casa, no para volar como había soñado, sino para compartir sus experiencias, enseñando a los demás sobre los diferentes modos de sentir la libertad.
Al llegar a su pueblo, fue recibida con cariño y emoción por todos, especialmente por Hana, quien al ver el brillo en sus ojos, preguntó:
-¿Así que encontraste la manera de volar?
-Encontré algo más importante: la aventura está en aprender, en explorar y en disfrutar cada momento. -dijo Yuki con entusiasmo.
Y, con el daruma en sus manos, Yuki decidió que su nuevo deseo sería seguir explorando, seguir aprendiendo y, por supuesto, seguir volando en sus sueños. El daruma se convirtió en un símbolo de todas sus aventuras, recordándole siempre que lo más importante no era alcanzar un sueño, sino disfrutar del viaje.
Y así, Yuki y su daruma siguieron viviendo aventuras, descubriendo el mundo y opciones para volar, no solo con alas, sino con la imaginación.
FIN.