Cabezas únicas
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Cabeza, donde todos sus habitantes tenían la particularidad de tener formas muy peculiares en sus cabezas y cuerpos.
En este lugar vivía Martina, una niña curiosa y aventurera que se destacaba por tener una cabeza redonda como una pelota de fútbol y un cuerpo delgado como un lápiz. Un día, mientras paseaba por el pueblo, Martina se encontró con Mateo, un niño con una cabeza cuadrada y un cuerpo robusto.
Mateo estaba triste porque los demás niños se burlaban de él por su apariencia. Martina decidió acercarse a él para consolarlo. "Hola Mateo, ¿qué te pasa? Pareces preocupado", le dijo Martina con amabilidad.
Mateo levantó la mirada sorprendido de que alguien se acercara a hablarle. "Hola Martina, es que todos se ríen de mí por mi cabeza cuadrada y mi cuerpo grande. Me siento diferente y no me gusta", respondió Mateo con tristeza.
Martina sonrió y le dijo: "No te preocupes, cada uno de nosotros es único y especial a nuestra manera.
¡Vamos a demostrarles que nuestras diferencias nos hacen únicos e increíbles!"Los dos niños decidieron emprender juntos una aventura para mostrarle al pueblo lo maravilloso que era ser diferentes. Recorrieron calles, plazas y casas llevando alegría a cada rincón con sus ocurrencias e historias divertidas. Pronto, otros niños del pueblo se les unieron en su travesía.
Había Sofía con su cabeza triangular y cuerpo ovalado; Tomás con su cabeza en forma de corazón y cuerpo en zigzag; Valentina con su cabeza hexagonal y cuerpo ondulado; entre muchos otros más con formas únicas.
Ellos demostraron al resto del pueblo que la verdadera belleza radicaba en la diversidad y aceptación de las diferencias. Pronto, todos los habitantes de Villa Cabeza comenzaron a celebrar sus peculiaridades sin juzgarse unos a otros.
Al finalizar su recorrido por el pueblo, Martina reunió a todos los niños en la plaza principal para darles las gracias por haber compartido ese hermoso día juntos. "Gracias a cada uno de ustedes por enseñarnos que lo diferente es hermoso y especial.
Juntos somos más fuertes cuando nos aceptamos tal como somos", expresó Martina emocionada mientras abrazaba a sus amigos.
Desde entonces, en Villa Cabeza reinó la armonía y el respeto entre todos sus habitantes, quienes aprendieron a valorar las diferencias como algo único e irrepetible en cada uno de ellos. Y así fue como Martina junto a Mateo cambiaron para siempre la mentalidad del pueblo mostrando que lo importante no es cómo lucimos por fuera sino cómo nos tratamos mutuamente desde adentro.
FIN.