Cada paso cuenta



Había una vez en un bosque encantado, una liebre muy veloz llamada Lola y una tortuga tranquila llamada Tita. A pesar de ser tan distintas, eran grandes amigas y les encantaba pasar tiempo juntas.

Un día, mientras paseaban por el bosque, se encontraron con un cartel que decía: "¡Gran carrera de velocidad! ¿Quién será el más rápido del bosque?".

La liebre Lola estaba emocionadísima y dijo: - ¡Vamos a inscribirnos, Tita! ¡Seguro que ganaré yo! La tortuga Tita asintió con calma y respondió:- Está bien, Lola. Yo también me anoto. Será divertido participar. Lola no podía creer que su amiga quisiera competir contra ella en una carrera de velocidad.

Se burló de Tita diciendo:- Jajaja, ¿de verdad crees que puedes competir conmigo? Siempre llego primero a todos lados. Tita simplemente sonrió y le dijo:- Nunca subestimes a nadie, Lola. En la vida todo es posible.

Llegó el día de la gran carrera y todos los animales del bosque se reunieron para ver quién sería el ganador. El zorro fue el presentador y dio la señal de inicio.

La liebre Lola salió disparada como un rayo, dejando atrás a todos los demás competidores. Mientras tanto, la tortuga Tita avanzaba lentamente pero con paso firme. Muchos animales se reían al verla tan lenta, pero ella seguía adelante sin rendirse.

De repente, a mitad del camino, la liebre Lola se detuvo al ver un campo lleno de flores hermosas. - No puedo resistirme a estas flores tan bellas. Seguro que aún así gano la carrera -pensó confiada mientras se entretenía oliendo las flores.

Mientras tanto, la tortuga Tita seguía avanzando sin distraerse por nada en su camino. Su determinación era más fuerte que cualquier obstáculo que pudiera encontrar.

Finalmente, cuando faltaba poco para llegar a la meta, la liebre Lola recordó la carrera y salió corriendo lo más rápido posible hacia la línea final. Sin embargo, ya era demasiado tarde: la tortuga Tita había llegado primero. Todos los animales del bosque estallaron en aplausos y felicitaron a Tita por su increíble victoria. - ¡Felicidades! -dijo Lola sorprendida-.

No puedo creerlo. Tita le sonrió dulcemente y le dijo:- Te dije que nunca subestimes a nadie en esta vida. Cada uno tiene su propio ritmo y sus propias fortalezas.

Desde ese día, Lola aprendió a valorar no solo la velocidad sino también la constancia y determinación de su amiga tortuga. Y juntas siguieron viviendo aventuras inolvidables en el bosque encantado.

FIN.

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