Cajitas de la Amistad


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Amistad, un carpintero llamado Don Tomás. Don Tomás era muy habilidoso con la madera y le encantaba crear cosas especiales con sus propias manos.

Un día, mientras trabajaba en su taller, tuvo una brillante idea: ¡hacer cajitas de la amistad! Estas cajitas eran pequeñas y coloridas, cada una única y especial.

En su interior, Don Tomás colocaba mensajes positivos y dulces sorpresas para alegrar el corazón de quien las recibiera. Estaba convencido de que estas cajitas podrían ayudar a las personas a conectarse entre sí y a sembrar semillas de amistad por todo el pueblo.

Una tarde soleada, mientras paseaba por la plaza del pueblo con una de sus cajitas en mano, vio a un niño solitario sentado en un banco. El niño parecía triste y algo tímido, observando a los demás niños jugar juntos.

"Hola, ¿cómo te llamas?" -preguntó amablemente Don Tomás al acercarse al niño. El niño levantó la mirada sorprendido y respondió tímidamente: "Soy Lucas". "Mucho gusto, Lucas. Soy Don Tomás, el carpintero del pueblo.

¿Te gustaría tener esta cajita de la amistad que hice especialmente para ti?" -ofreció Don Tomás extendiendo la colorida caja hacia el niño. Lucas tomó la cajita entre sus manos con curiosidad y lentamente abrió la tapa.

Para su sorpresa, dentro encontró un mensaje que decía: "La verdadera amistad comienza con un gesto de bondad". Además había caramelos y stickers brillantes que lo hicieron sonreír. "¡Gracias! Es hermosa", exclamó Lucas emocionado. A partir de ese momento, Lucas llevaba consigo su cajita a todas partes.

La mostraba orgulloso a los demás niños e incluso compartía las golosinas que contenía con ellos. Pronto se volvió más sociable y empezó a hacer nuevos amigos gracias al gesto generoso de Don Tomás.

Un día, cuando ya no quedaban más cajitas en el taller del carpintero, Lucas decidió seguir el ejemplo de don Tomás creando él mismo pequeñas manualidades para regalar a otros niños del pueblo. Así se formó una cadena de amistad donde cada uno compartía un pedacito de cariño con los demás.

Con el paso del tiempo, Villa Amistad se llenó de risas y complicidad entre vecinos gracias a las enseñanzas simples pero poderosas transmitidas por aquellas humildes cajitas de la amistad.

Y así fue como un carpintero generoso logró transformar no solo la vida de un niño solitario sino también toda una comunidad mediante actos sencillos pero cargados de amor y empatía.

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