Camila, Ana y el gato curioso
Era un hermoso día de primavera y Camila estaba emocionada porque iba a pasear con su amiga Ana a la plaza. Las flores estaban en plena floración, los árboles se mecía con el viento y el sol brillaba como una moneda de oro en el cielo.
"¡Hola, Ana! Estoy lista para ir a la plaza!" - dijo Camila con una sonrisa.
"¡Yo también, Camila! ¡Hoy va a ser un gran día!" - respondió Ana entusiasmada.
Mientras caminaban, charlaban y reían sobre cosas divertidas del colegio, cuando de repente, Ana notó algo moverse entre los arbustos.
"¡Mirá, Camila! ¿Qué es eso?" - preguntó Ana señalando con el dedo.
Camila se acercó y pudieron ver a un pequeño gato atigrado que miraba curiosamente hacia ellas.
"¡Es tan lindo!" - exclamó Camila. "Parece que está perdido."
"Sí, pobrecito. Gob aquí, gato, no te preocupes, no te haremos daño" - dijo Ana, agachándose suavemente para no asustarlo.
El gato, al ver que no eran una amenaza, se acercó cautelosamente.
"¡Ay, qué tierna! Tiene unos ojos verdes como esmeraldas" - dijo Camila mientras acariciaba al gato que ronroneaba contento.
"¿Qué haremos con él? No podemos dejarlo solo en la calle," - dijo Ana con preocupación.
Camila pensó un momento.
"Tal vez podamos llevarlo a la plaza y ver si alguien lo está buscando. O, si no, podríamos buscarle un hogar en nuestro barrio" - sugirió.
Ambas chicas se miraron emocionadas.
"¡Sí! Pero primero, vamos a hacerle algo de comer. Dijo una tienda de mascotas que está en la plaza, y debe tener comida para gatos. ¡Vamos allí!" - dijo Ana.
Las chicas comenzaron a caminar hacia la plaza, con el gato en brazos de Camila, quien lo sostenía con cuidado. El gato parecía estar disfrutando del paseo, mirando todo lo que pasaba a su alrededor.
Al llegar a la tienda de mascotas, entraron y compraron un paquetito de comida para gatos y unas golosinas. Cuando salieron, el gato estaba muy emocionado por haber llegado a un lugar nuevo.
"Creo que le pondré un nombre: ¿Qué te parece Miau?" - dijo Ana, mirando al gatito que parecía estar de acuerdo.
"¡Miau es un nombre perfecto! Pero, primero dejémoslo comer" - continuó Camila emocionada.
Mientras Miau comía, un grupo de chicos en la plaza comenzó a jugar al fútbol. Un niño llamado Tomás los vio y se acercó.
"¡Hola! ¿De dónde sacaron a ese gato?" - preguntó Tomás.
Las chicas le contaron cómo lo encontraron y cómo decidieron cuidarlo. Tomás se iluminó al escuchar la historia.
"Yo también amo a los gatos. ¿No les gustaría adoptar a Miau? La plaza siempre está llena de gente y así podría encontrar un hogar más rápido!" - sugirió él.
Ana y Camila intercambiaron miradas. Era una idea interesante, pero tenían que pensarlo.
"Pero no queremos dejarlo solo, ¿y si nadie lo adopta?" - dijo Ana con preocupación.
"Podemos estar aquí varios días hasta que encuentre un hogar. ¡Piensen en lo divertido que será juntar a todos los niños y darles una oportunidad a Miau!" - respondió Tomás, contagiando su entusiasmo.
Finalmente, las chicas aceptaron la idea. Durante el resto de la tarde, los tres comenzaron a jugar y a presentar a Miau a todos los visitantes de la plaza. La noticia de que Miau estaba en busca de un hogar se esparció rápidamente.
Al caer la tarde, un niño pequeño llamado Mateo se acercó tímidamente a las chicas.
"¿Puedo acariciar al gato?" - preguntó con una gran sonrisa.
Ana sonrió y asintió. Cuando Mateo acarició a Miau, el gato ronroneó y se acomodó en sus piernas.
"¡Miau, te llevaste el corazón de Mateo!" - dijo Camila, riendo.
"¿Te gustaría llevarte a Miau a tu casa?" - preguntó Ana.
Mateo miró a su mamá, quien estaba a unos pasos, y le preguntó.
"¿Puedo, por favor?" - dijo casi con un susurro.
La mamá de Mateo sonrió y se acercó.
"¿Estás seguro, Mateo?" - preguntó ella.
"Sí, lo prometo que lo cuidaré y le daré mucho amor" - dijo Mateo con determinación.
La mamá asintió, y así fue como Miau encontró su hogar.
"¡Gracias, chicas!" - dijo Mateo mientras se llevaba a Miau en sus brazos. "Prometo cuidarlo muy bien."
Camila y Ana, más que felices, se despidieron de su nuevo amigo felino.
"Nunca olvidemos a Miau y la aventura que tuvimos" - dijo Ana.
Al regresar a casa, ambas comprendieron que a veces ayudar a los demás, incluso a los más pequeños y animals, trae consigo grandes alegrías y nuevas amistades. Y así, cada vez que pasaban por la plaza, miraban a ver si podían encontrar a Miau jugando con su nuevo mejor amigo, Mateo.
"¿Volveremos a pasear con otro gato?" - preguntó Camila.
"¡Sí! Cada vez que vemos un peludito en apuros, tenemos que ayudarlo" - dijo Ana con una sonrisa.
Y desde ese día, las chicas no solo pasaban tiempo en la plaza jugando, sino también ayudando a los animales necesitados de su barrio. Una lección que jamás olvidarían: siempre hay espacio en el corazón para más amor y cuidado, y eso también es lo que construye grandes amistades.
Así concluyó su aventura por aquel día, pero el próximo siempre estaba lleno de nuevas sorpresas.
FIN.