Camila y el Misterio de las Agujas



Era un soleado día de primavera y en la escuela de Camila todos estaban organizados para hacer un día de vacunación. Para muchos de sus compañeros, eso no era más que un trámite. Sin embargo, para Camila, las agujas eran el monstruo más aterrador de todos. Apenas escuchó la palabra —"vacuna"  su corazón empezó a latir rápidamente.

"No, no, no!" - gritó Camila cuando la maestra Ana les explicó lo que iba a suceder.

"Camila, no te preocupes, no duele tanto como imaginas" - le dijo su amiga Sofía mientras acariciaba su brazo.

"Eso dicen, pero yo solo veo una aguja afilada viniendo hacia mí..." - se quejó Camila, sintiendo como su estómago se llenaba de mariposas.

Tras un rato de charlas, su maestra les enseñó un video sobre el valor de las vacunas en las personas, donde una pequeña superheroína combatía virus malvados. Las imágenes eran coloridas y alegres, pero las agujas seguían siendo una pesadilla para Camila.

"¿Y si me disfrazara de superheroína?" - sugirió Camila, buscando alguna manera de hacer que su miedo desapareciera.

"Eso es una gran idea!" - dijo Sofía emocionada.

"¡Podrías ser 'Camila la combatiente de virus'!", agregó Juan, un compañero de clase.

Así fue como Camila decidió usar su capa de superheroína ese día. Al llegar al lugar de la vacunación, vio un grupo de niños que esperaban su turno. Todos parecían tranquilos, pero sus propios pensamientos la estaban llevando a un mundo de dudas.

"Camila, mirá, yo también tengo miedo, pero el doctor me dijo que es importante para estar sanos" - le explicó Juan, quien había visto el video también. "Vas a estar bien, te lo prometo".

Cuando llegó su turno, vio a la enfermera y la aguja. Su corazón latía rápido, casi como si quisiera escapar.

"Recuerda, 'Camila la combatiente de virus' no tiene miedo de nada" - se susurró a sí misma mientras le hacían una pequeña pregunta sobre si ya sabía cómo lavarse las manos.

"Claro que sí!" - respondió, aunque su voz sonaba más como un susurro.

La enfermera, con mucha amabilidad, le sonrió.

"Tienes que ser valiente, estás haciendo algo muy bueno para tu salud. ¿Te gusta jugar?" - preguntó.

"Sí, me encanta jugar al fútbol y hacer manualidades" - respondió Camila, relajándose un poco.

"Entonces piensa que tu brazo es una cancha de fútbol y yo solo voy a patear la pelota para que puedas jugar más fuerte".

Camila sonrió al imaginar eso.

"Está bien, pateá la pelota, ¡soy una superheroína!" - exclamó.

Y cuando menos lo sintió, la aguja ya había entrado y salido.

"¿Ya?" - preguntó sorprendida.

"¡Lo hiciste! ¡Eres muy valiente!" - la alentó Sofía que estaba esperando su turno.

Camila se sintió aliviada pero también orgullosa de sí misma. En ese momento, se dio cuenta de que su miedo no la había detenido. Decidió que siempre llevaría en su corazón a 'Camila la combatiente de virus', porque esa era la Camila que enfrentó su miedo y ganó. De regreso a la escuela, con su sticker en el brazo que decía 'Soy vacunado', sus amigos la aplaudieron.

"¡Ahora sí, vamos a salvar el mundo juntas!" - dijo Sofía.

"¡Sí! ¡Juntas nadie nos puede parar!" - exclamó Camila, sonriendo de oreja a oreja.

Y así, aquel día no solo fue una jornada de vacunas, sino un día en que Camila descubrió que, como una superheroína, era capaz de enfrentar sus miedos y seguir adelante. Nunca más vería a las agujas como algo aterrador, sino como una herramienta para protegerse y cuidar de los demás.

Camila se fue a casa con la satisfacción de haber hecho algo grande, justo como sus héroes favoritos.

Y a partir de ese día, cada vez que escuchaba la palabra —"vacuna" , una sonrisa se dibujaba en su rostro y, con una risa contagiosa, daba un paso adelante, lista para enfrentarse a cualquier desafío que se le pusiera enfrente.

FIN.

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