Camila y el misterioso Cheis



Había una vez en un hermoso pueblo rodeado de campos y huertos, una niña llamada Camila. Era una niña curiosa y alegre que pasaba sus días recogiendo manzanas en el huerto que cuidaban sus padres. Aquel día, mientras llenaba su canasta con las rojas y brillantes manzanas, notó algo extraño. Había un extraño entre los árboles, devorando las frutas a gran velocidad.

Intrigada, Camila se acercó un poco más y, con un tono amable, le preguntó:

- “¿Quién sos? ¿Por qué te estás comiendo mis manzanas? ”

El extraño se volvió y, con una sonrisa amistosa, respondió:

- “Me llamo Cheis. Soy un viajero y no pude resistirme a estas deliciosas manzanas.”

Camila, un tanto preocupada, le dijo:

- “Por favor, no te comas todas las manzanas. Quiero hacer un jugo para mi familia.”

Cheis hizo una pausa y pensó un momento. Luego dijo:

- “Está bien, pequeña. Pero ¿qué tal si hacemos un trato? Yo te ayudo a recoger las manzanas y, a cambio, me dejas probar un poco de ese jugo tan rico que mencionaste.”

Camila dudó, pero decidió que era una buena idea. Después de todo, Cheis parecía amigable. Así que asintió y juntos comenzaron a recoger manzanas. Camila le enseñó a Cheis cuál era la mejor manera de elegir las más jugosas.

Mientras trabajaban, Cheis empezó a contarle historias de sus viajes a lugares lejanos. Había estado en montañas altas y vastos desiertos, y siempre compartía algo de lo que había aprendido. Camila estaba fascinada, porque nunca había salido de su pueblo.

Cuando terminaron de recolectar suficientes manzanas, Camila llevó a Cheis a su casa y juntos empezaron a hacer el jugo. Cheis la ayudó a mezclar las manzanas y, al final, el jugo era fresco y delicioso. Camila, emocionada, sirvió el jugo en dos vasos y brindaron por su nueva amistad.

- “¡A la aventura! ” exclamó Cheis.

- “¡A la aventura! ” respondió Camila, sonriendo de oreja a oreja.

Después de disfrutar el jugo, Cheis le dijo:

- “Me alegra haberme encontrado contigo, Camila. La generosidad y la amistad son importantes.”

Camila sonrió, sintiendo que había aprendido algo valioso. Sin embargo, entonces, Cheis miró el horizonte y dijo con un tono nostálgico:

- “Debo seguir mi camino, querida amiga. El mundo siempre tiene algo nuevo que ofrecer.”

Camila se sintió un poco triste, pero comprendió que los amigos también deben dejarse ir. Cheis la abrazó y después, mientras se alejaba, le lanzó una última sonrisa:

- “No olvides, Camila, siempre comparte lo que tienes y aprende de cada encuentro.”

Y así, Cheis desapareció entre los árboles. Camila se quedó mirándolo hasta que ya no lo vio más, pero algún día esperaba tener nuevas aventuras.

Desde ese día en adelante, cada vez que hacía jugo de manzana, recordaba a Cheis y su amistad. Aprendió la importancia de compartir y, especialmente, a ser amable con quienes se cruzaban en su camino. Un día, quizás, Cheis regresaría, y ella estaría lista para compartir más aventuras con él.

Y así, la niña que amaba las manzanas no solo hizo un delicioso jugo, sino también un amigo y una lección que guardaría por siempre en su corazón.

FIN.

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