Camila y la escuela solidaria



Había una vez en la sabana africana una cebra muy especial llamada Camila. Camila era conocida por ser traviesa y siempre estar buscando aventuras junto a sus amigos animales.

Desde que era pequeña, le costaba concentrarse en la escuela y prefería pasar el tiempo correteando por la pradera con los demás animalitos. Un día, la mamá de Camila, cansada de verla escapar de la escuela, decidió hablar seriamente con ella.

"Camila, entiendo que te cueste prestar atención en clase, pero es importante que vayas a la escuela para aprender cosas nuevas y poder crecer fuerte y saludable", le explicó su mamá con ternura.

Camila asintió con tristeza, sabía que su mamá tenía razón, pero no podía evitar sentirse aburrida en las clases. Sin embargo, decidió hacerle caso a su mamá y se comprometió a esforzarse más en sus estudios.

Los días pasaron y Camila intentaba prestar más atención en clase, aunque a veces se distraía mirando por la ventana soñando despierta con correr libremente por la sabana. Sus amigos animales notaron el esfuerzo que estaba haciendo y decidieron ayudarla.

El león Simón le ofreció ayuda con las matemáticas, el elefante Ernesto le enseñó historia contándole historias fascinantes sobre antiguos reyes de la selva y el mono Martín le mostró técnicas divertidas para mejorar su concentración.

Poco a poco, Camila empezó a disfrutar más de la escuela al descubrir lo interesante que podían ser las diferentes materias cuando se les dedicaba tiempo y atención. Se sorprendió al darse cuenta de cuántas cosas nuevas podía aprender cada día si se lo proponía.

Un día, durante una excursión escolar al río cercano, los animales encontraron un puente roto que impedía cruzar al otro lado donde había un grupo de cebras necesitadas de ayuda. Sin pensarlo dos veces, Camila propuso construir un nuevo puente utilizando troncos y ramas del bosque para poder ayudar a sus congéneres.

"¡Vamos chicos! Juntos podemos lograrlo", exclamó emocionada Camila mientras coordinaba las tareas entre todos los animales.

Después de un arduo trabajo en equipo, lograron construir un hermoso puente resistente que permitió a las cebras cruzar sin problemas hacia el otro lado del río. Las cebras rescatadas estaban muy agradecidas y emocionadas por haber recibido ayuda inesperada.

Desde ese día, Camila entendió que ir a la escuela no solo significaba aprender cosas nuevas sino también compartir momentos especiales con sus amigos animales y descubrir juntos cómo podían hacer del mundo un lugar mejor ayudándose mutuamente.

Y así fue como La cebra traviesa descubrió que estudiar puede ser divertido cuando se tiene el apoyo de quienes te rodean ¡y nunca dejó de ir felizmente a clases!

FIN.

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