Camila y la solidaridad en San Mateo


Había una vez en un pequeño pueblo del Ecuador llamado San Mateo, donde vivía una niña llamada Camila. Camila era muy curiosa y siempre estaba buscando maneras de ayudar a los demás.

Un día, mientras paseaba por el mercado del pueblo, escuchó a dos vendedores hablar sobre la difícil situación que estaban atravesando muchas familias en la comunidad.

- ¡La situación está cada vez peor! Muchas familias no tienen suficiente comida para comer todos los días -decía uno de los vendedores con preocupación. - Sí, es triste ver cómo algunos niños pasan hambre en nuestro propio pueblo -respondió el otro vendedor con tristeza. Camila, al escuchar esto, sintió mucha pena por esos niños que no tenían suficiente comida.

Decidió entonces que tenía que hacer algo al respecto. Se acercó a los vendedores y les preguntó cómo podía ayudar.

- ¿Hay alguna manera en la que pueda colaborar para que las familias tengan más alimentos? -preguntó Camila con determinación. Los vendedores le explicaron que una de las mayores necesidades era conseguir alimentos básicos como arroz, frijoles y aceite para poder distribuir entre las familias más necesitadas.

Camila asintió y les prometió que encontraría la manera de reunir esos alimentos. Decidió entonces hablar con sus amigos del colegio y juntos idearon un plan para recolectar alimentos entre todos.

Crearon carteles coloridos y los pegaron por todo el pueblo invitando a la gente a donar lo que pudieran. La respuesta fue increíble; pronto tenían cajas llenas de arroz, frijoles, aceite y otros alimentos básicos. Con la ayuda de su maestra, organizaron un día de entrega de alimentos en la plaza del pueblo.

Las familias más necesitadas se acercaron tímidamente al principio, pero luego con alegría recibieron los víveres que tanto necesitaban. Camila sonreía al ver sus rostros iluminados por la esperanza y gratitud.

- ¡Gracias por ayudarnos en estos momentos difíciles! -le dijo una madre emocionada mientras abrazaba a Camila. Ese día, todos en San Mateo aprendieron una gran lección: cuando nos unimos y trabajamos juntos podemos hacer grandes cosas por nuestra comunidad.

Y así, gracias al espíritu solidario de una niña llamada Camila, el realismo social en el Ecuador comenzó a cambiar poco a poco para mejor.

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