Camilo y el Secreto de la Serenidad
En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un niño llamado Camilo. Tenía diez años y era conocido por sus amigos como el chico tranquilo. Mientras otros niños jugaban al fútbol, Camilo prefería sentarse en el jardín de su casa y meditar. Sintiendo que el viento acariciaba su rostro, cerraba los ojos y se perdía en sus pensamientos.
Un día, sus amigos decidieron visitarlo. Al verlo sentado en una postura extraña, no pudieron contener la risa.
"¿Qué hacés, Camilo? ¿Te estás durmiendo?" - le preguntó Lucas, dándole un pequeño empujón en el hombro.
"No, estoy meditando. Es algo que me ayuda a sentirme bien" - respondió Camilo, abriendo los ojos y sonriendo.
"¿Meditando? Eso suena aburrido" - dijo Valentina, haciendo una mueca.
Camilo, sin desanimarse, dijo:
"No es aburrido. Es como jugar en la mente. Podríamos probar juntos, ¿qué les parece?"
Los amigos, intrigados, decidieron darle una oportunidad. Camilo les enseñó a sentarse en círculo y a respirar profundamente. Al principio, todos se sintieron un poco tontos, pero el ambiente tranquilo pronto los envolvió.
Después de un momento, Valentina exclamó:
"¡Wow! Siento como si estuviera flotando."
Lucas, también sorprendido, agregó:
"Nunca había prestado atención a mi respiración de esta manera. Es raro, pero me gusta."
A medida que pasaban los días, Camilo los invitó a meditar con él. Juntos aprendieron a enfocarse en su respiración y en los sonidos de la naturaleza. Sin embargo, un día, ocurrió algo inesperado. Durante un juego en el parque, Lucas se cayó y se lastimó la rodilla.
"¡Ay! ¡Me duele mucho!" - gritó Lucas, mientras se sentaba en el suelo, sombrío.
Camilo se acercó a él con preocupación.
"¿Te gustaría que meditemos un poco? Tal vez eso te ayude a calmarte."
"No sé, nunca medité por un dolor físico" - dijo Lucas, pero aún así aceptó la propuesta.
Los chicos se sentaron en el césped, formando un círculo una vez más. Camilo guió a Lucas enfocándose en su respiración, ayudándolo a dejar de lado la molestia. Después de unos minutos, Lucas sintió que el dolor había disminuido y le sonrió a Camilo.
"Esto es así de genial. ¡Me siento mejor!"
Entusiasmado por la experiencia, Lucas tuvo una idea brillante.
"¿Y si hacemos un torneo de meditación? El que logre meditar más tiempo sin distraerse gana un helado de chocolate."
Camilo se rió y dijo:
"Me parece una excelente idea, pero recordemos que no se trata de competir, sino de disfrutar y aprender juntos."
El día del torneo, todos los amigos estaban emocionados. Se prepararon en el jardín de Camilo, listos para meditar. Se pusieron cómodos y comenzaron a respirar profundamente al mismo tiempo. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que era más difícil de lo que pensaban. Las ranas croando, el viento soplando y los sonidos del barrio los hacían reír y distraerse.
"¡No puedo!" - gritó Valentina entre risas.
"Esto es muy complicado" - dijo Lucas.
Camilo, divertido, les propuso:
"Dejemos de lado la competencia. ¿Qué opinan si hacemos esta meditación como una aventura? En vez de competir, buscaremos un lugar en nuestra mente donde podamos sentirnos tranquilos y felices."
Los amigos estuvieron de acuerdo, y Camilo los guió en un viaje imaginario a un lugar sereno en su mente. Con los ojos cerrados, se imaginaban en una playa desierta, con la brisa del mar y las olas rompiendo suavemente en la orilla. Ahí, podían sentir como la tranquilidad los envolvía.
Al abrir los ojos, todos estaban desconcertados pero felices.
"Fue como ir de vacaciones, sin salir de casa" - exclamó Lucas, saltando de gusto.
"Definitivamente quiero hacer esto más seguido" - comentó Valentina, con una gran sonrisa.
Desde aquel día, Camilo y sus amigos empezaron a meditar juntos cada semana. Aprendieron a ayudarse entre ellos a calmarse, a concentrarse y a ser más comprensivos. La meditación se había convertido en un momento de unión, les enseñaba a escuchar tanto a sus corazones como a sus amigos.
Así, el chico que adoraba meditar, logró compartir ese secreto de paz con todos, convirtiendo su grupo de amigos en una hermandad alegre y armoniosa que siempre encontraría calma en la naturaleza y en sus propios pensamientos.
FIN.