Can Can y sus patas únicas


íz que sobresalía del suelo. Can Can decidió trepar por ella, pero pronto se dio cuenta de que sus patas largas no eran tan fuertes como las de las otras tortugas y se resbaló cayendo al suelo.

-¡Ay! -exclamó Can Can con tristeza-. No puedo hacer nada bien. Mientras estaba allí tumbada en el pasto, llegaron sus amigas tortugas a ver qué había pasado. -¿Estás bien, Can Can? -preguntó una de ellas preocupada. -Sí, solo me resbalé.

Pero es que soy diferente a ustedes y no puedo hacer las cosas como lo hacen ustedes -respondió la tortuga con tristeza. Entonces otra tortuga intervino:-Pero eso no importa, cada uno tiene habilidades distintas y únicas.

Tú tienes un caparazón hermoso y unas patas largas que te permiten llegar más lejos que nosotros. -Así es -dijo otra-, además puedes correr mucho más rápido que nosotras gracias a tus patas largas.

Can Can se sorprendió al escuchar esto y comenzó a sentirse mejor consigo misma. Se levantó del suelo y decidió demostrarse a sí misma todo lo que podía lograr con sus habilidades especiales.

Comenzó a correr por el campo con todas sus fuerzas, saltando obstáculos y sintiendo la brisa en su rostro mientras disfrutaba de la libertad de ser quien era realmente. Las demás tortugas estaban asombradas al verla correr tan rápido y saltar tan alto.

Se acercaron a ella para felicitarla por haber descubierto sus habilidades especiales. -¡Eres increíble, Can Can! -exclamaron todas al unísono. Can Can sonrió y se sintió muy feliz.

Había descubierto que ser diferente no era algo malo, sino todo lo contrario, era una oportunidad para demostrar sus habilidades únicas y ser especial a su manera. Desde ese día en adelante, Can Can aprendió a aceptarse tal como era y a amar sus diferencias. Y todos los animales de la granja la admiraban por su valentía y determinación.

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