Caperucita, Blancanieves y el Lobo en el Puente



Era un día soleado en San Roque, Corrientes, cuando Caperucita Roja decidió visitar a su abuelita, que vivía cerca del balneario Costa del Sol. Llevaba una canasta llena de deliciosas galletas que había horneado. Caperucita siempre mantenía su característica capa roja, que la hacía reconocible desde lejos.

Al llegar al puente de la vía, se encontró con Blancanieves, quien estaba recogiendo flores silvestres.

"¡Hola, Caperucita! ¿A dónde vas tan apurada?" - preguntó Blancanieves, sonriendo.

"Voy a llevarle estas galletas a mi abuelita. ¿Quieres acompañarme?" - respondió Caperucita.

"Claro, me encantaría. Siempre es mejor ir en compañía" - dijo Blancanieves.

Mientras las dos amigas caminaban, el lobo feroz, que estaba escondido detrás de un arbusto, las escuchó y decidió que ese sería un buen momento para hacer de las suyas. Pero este lobo no era el temido de los cuentos; más bien, era un lobo curioso y un poco travieso, que estaba cansado de ser el villano.

El lobo salió de su escondite y les dijo:

"¡Hola, chicas! ¿Puedo unirme a ustedes?"

Caperucita se asustó un poco, pero Blancanieves, con su gentil corazón, dijo:

"No hay problema, señor lobo. Siempre hay espacio para un amigo más."

Sorprendido por la reacción de las chicas, el lobo empezó a sentir que tal vez podría cambiar su vida. Mientras cruzaban el puente, decidieron hacer un juego.

"¿Por qué no hacemos una carrera hasta el balneario?" - propuso Caperucita emocionada.

Y así, los tres comenzaron a correr. Caperucita iba rápida y alegre, Blancanieves reía mientras las flores volaban a su alrededor y el lobo trataba de alcanzarlas, saltando ágilmente entre los arbustos. Sin embargo, al llegar a la mitad del puente, el lobo tropezó y, para su sorpresa, cayó de un lado a otro del camino.

"¡Oh, no!" - exclamó, un poco avergonzado.

"Estás bien, amigo lobo?" - preguntó Caperucita, preocupada.

"Sí, sí. Solo fue un pequeño tropiezo" - respondió el lobo riéndose de sí mismo.

Al llegar al balneario, las chicas se dieron cuenta de que el lobo estaba buscando algo.

"¿Qué buscas, lobo?" - preguntó Blancanieves.

El lobo, avergonzado, respondió:

"Solo me gustaría encontrar un buen lugar para descansar. Nunca he tenido un amigo con quien pasar el día, y me gustaría disfrutarlo en un lugar bonito.”

Las chicas, sintiendo empatía, decidieron que harían un picnic en la playa. Sacaron la canasta de Caperucita y comenzaron a compartir las galletas. Mientras comían, el lobo, que había mostrado ser un buen compañero, les contó historias de sus travesuras.

"Nunca pensé que jugar con dos amigas sería tan divertido. Siempre creí que tendría que asustar a los demás para darles emoción a sus vidas" - dijo el lobo, pensativo.

"No hace falta asustar a nadie. La verdadera aventura está en compartir, en ser amigos" - le respondió Blancanieves con dulzura.

Y así, el lobo se dio cuenta de que no necesitaba ser temido para ser especial. Desde aquel día, el lobo feroz se convirtió en el guardián del bosque, protegiendo a sus nuevos amigos y asegurándose de que siempre estuvieran a salvo. Caperucita y Blancanieves, por su parte, aprendieron que incluso las criaturas más inesperadas podrían convertirse en los mejores compañeros.

Al finalizar el día, se despidieron del balneario, prometiendo volver a reunirse para vivir más aventuras juntos, demostrando que la amistad puede nacer de los lugares más inesperados.

Y así, el puente, que antes era solo un pasaje, se convirtió en el símbolo de una nueva amistad entre tres grandes amigos.

FIN.

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