Caperucita Roja en la Chacra



En una hermosa chacra en Misiones, Argentina, vivía Caperucita Roja junto a su abuela. La chacra estaba rodeada de la exuberante selva misionera, donde habitaban variados animales.

Un día, la abuela de Caperucita le pidió que le llevara unos alimentos a la casa de un vecino. - Caperucita, por favor, llévale estos alimentos frescos al señor Fernández, está enfermito y no puede venir a buscarlos – dijo la abuela. - Claro, abuela, lo haré enseguida – respondió Caperucita.

La abuela le advirtió sobre el peligro de la selva, pero Caperucita, confiada en su valentía, se dispuso a emprender el viaje. Mientras caminaba por el sendero, Caperucita se encontró con el zorro.

- ¿A dónde vas, Caperucita? – preguntó el zorro con su astucia. - Voy a llevarle alimentos al señor Fernández, que está enfermo – respondió Caperucita. El zorro, con una sonrisa maliciosa, le sugirió tomar un atajo por la selva para llegar antes.

Sin desconfiar, Caperucita aceptó la idea del zorro. Mientras tanto, en la selva, el lobo acechaba a otros animales. Al ver a Caperucita tan indefensa, decidió tenderle una trampa. - ¿A dónde vas, linda niña? – preguntó el lobo con falsa amabilidad.

- Voy a llevar alimentos al señor Fernández, que está enfermo – respondió Caperucita. El lobo, fingiendo preocupación, le indicó un camino diferente, el más largo, para que Caperucita demorara más.

A pesar de sus consejos, la valiente Caperucita siguió su intuición y tomó el atajo por la selva. Mientras tanto, el zorro, al ver al lobo, sospechó de sus intenciones y corrió a advertir a Caperucita. Caperucita escuchó al zorro y, agradecida, decidió seguir el camino original.

Cuando finalmente llegó a la casa del señor Fernández, él le agradeció sus alimentos frescos y le contó sobre los peligros de la selva, advirtiéndole que debía siempre escuchar a su intuición y no confiar en extraños.

Caperucita comprendió la importancia de la prudencia y regresó a la chacra segura y lista para enfrentar los desafíos que la selva misionera pudiera traer. Desde ese día, Caperucita aprendió a no dejarse engañar, escuchar a su intuición y valorar los consejos de sus mayores.

Y así, continuó viviendo aventuras en la hermosa Misiones, siempre cuidando de sí misma y de quienes la rodeaban.

FIN.

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