Caperucita Roja y el Bosque Oscuro



En un bosque lejano, donde la niebla siempre pareció aunar misterio, Caperucita Roja, una niña curiosa y valiente, emprendió su camino hacia la casa de su abuela. Pero ese día, algo se sentía diferente. Los árboles parecían susurrar secretos oscuros y las sombras danzaban por el sendero. "No tengas miedo, solo es un bosque", se dijo a sí misma. Sin embargo, algo en el aire la inquietaba, una presencia siniestra que la observaba desde la distancia.

Mientras avanzaba, se topó con un lobo, pero no era como los que había escuchado en los cuentos. Tenía un brillo extraño en sus ojos, como si conociera secretos antiguos. "Hola, Caperucita. ¿A dónde vas tan sola?" preguntó el lobo, con una voz suave pero a la vez inquietante. Caperucita, sintiendo que no era momento de ser ingenua, recordó las advertencias de su madre. "Voy a casa de mi abuela, no tengo tiempo para distraerme", respondió, tratando de seguir su camino. Pero el lobo, persuasivo, le ofreció un atajo, un camino que prometía ser más rápido.

Caperucita, intrigada por la idea de llegar más pronto, decidió seguir al lobo, aunque advertía en su corazón que algo no estaba bien. Mientras caminaban, el lobo comenzó a contarle historias de criaturas mágicas que habitaban el bosque, pero cada relato parecía tener un matiz más oscuro. "Te apuesto a que si llegas primero, le contarás a tu abuela cosas de las que no se debe hablar", dijo el lobo, llenando de confusión a la pequeña. Con cada paso, las sombras se alargaban y el aire se hacía más pesado, como si el bosque intentara aprisionarla.

Finalmente, Caperucita llegó a una encrucijada: un camino a la derecha que la llevaba a la casa de su abuela, y otro a la izquierda, a un lugar del que el lobo hablaba con fascinación pero que le daba miedo. "¿Por qué no pruebas el camino de la aventura?", insistió el lobo. "No, gracias. La aventura también puede esconder peligros", pensó Caperucita, recordando la voz de su madre. Sabía que debía confiar en su instinto. Así, con paso firme, tomó el camino correcto y, al llegar a la casa de su abuela, encontró un lugar seguro. Fue un día de valentía y de decisiones, donde aprendió que no todas las ofertas parecen buenas y que a veces, el sendero más seguro es el que siempre conocemos.

FIN.

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