Caperucita Roja y el Lobo Amistoso
Era un hermoso día en el bosque y Caperucita Roja, con su caracterizada capa roja, se dirigía a visitar a su abuela. Caminaba alegremente cantando una canción cuando de repente se encontró con el Lobo Feróz, quien la observaba desde detrás de un árbol.
"Hola, Caperucita, ¿adónde vas tan deprisa?" - preguntó el lobo, mostrando una sonrisa cordial.
Caperucita, un poco asustada al principio, respondió:
"Voy a casa de mi abuela a llevarle unas galletas. ¿Y vos?"
"Yo solo paseaba, pero nunca había visto a alguien con una capa tan bonita" - dijo el lobo, admirando la prenda.
Caperucita, al notar que el lobo no parecía hostil, decidió relajarse un poco.
"Gracias, el rojo es mi color favorito. Pero, ¿no deberías estar asustando a alguien en lugar de hacer amistades?" - dijo, sonriendo.
El lobo se rascó la cabeza y respondió:
"La verdad es que estoy cansado de ser solo el lobo feroz. Me gustaría ser amigable, pero todos me ven con miedo."
"Quizás podríamos hacer algo al respecto" - sugirió Caperucita. "¿Por qué no venís conmigo a visitar a mi abuela? Ella te invitará unos ricos jugos de frutas."
"¿De verdad?" - preguntó el lobo con un brillo esperanzador en sus ojos. "Eso sería increíble. Nunca he probado jugos de frutas."
Así, Caperucita y el Lobo empezaron a caminar juntos hacia la casa de la abuela. En el camino, se pusieron a hablar sobre sus gustos.
"A mí me encanta correr por el bosque, pero a veces me da miedo estar solo" - confesó el lobo.
"A mí me gusta jugar a construir castillos con hojas y ramas, pero siempre lo hago sola" - respondió Caperucita.
Cuando llegaron a la casa de la abuela, Caperucita tocó la puerta:
"¡Abuela, soy yo! He traído a un amigo, el Lobo, ¿puedes abrir?"
La abuela, al principio sorprendida, abrió la puerta lentamente y, al ver al lobo, se puso algo tensa. Pero Caperucita, con una sonrisa, explicó:
"No te preocupes, abuela. El lobo solo quiere ser nuestro amigo. Nos trajo historias increíbles sobre el bosque."
La abuela observó al lobo y, para su sorpresa, lo vio más amable de lo que había pensado. "Bueno, si trae historias, entonces bienvenido, querido lobo. Adentro, hay galletas y jugos para todos."
Entraron y se sentaron a la mesa, donde el Lobo empezó a contar historias de sus aventuras en el bosque, como cuando conoció a un zorro que le enseñó a pescar y a crear flores con hojas.
Mientras el lobo hablaba, la abuela y Caperucita escuchaban con atención. Pronto, la casa se llenó de risas y sonrisas. Después de unas horas de cuentos, el lobo, con ojos brillantes, dijo:
"No puedo creer que haya sido tan fácil hacer amigos. Nunca pensé que la vida podría ser tan divertida."
Caperucita le sonrió y respondió:
"A veces, solo necesitamos dar una oportunidad a los demás, no importa cómo se vean. Todos podemos ser amigos."
Y así, el día pasó lleno de alegría hasta que llegó la noche y el lobo, muy contento, decidió volver a casa. Antes de despedirse, dijo:
"Gracias, Caperucita y abuela. Nunca olvidaré este día. Prometo visitarlas siempre que pueda."
"Y nosotros también te estaremos esperando" - dijo la abuela. "No olvides que ser diferente no significa ser malo."
Desde ese día, Caperucita y el Lobo se volvieron grandes amigos y, juntos, exploraron el bosque, realizaron picnics y compartieron risas. El lobo aprendió que el verdadero valor se encuentra en ser uno mismo y en abrir su corazón a los demás, y que, a veces, las apariencias pueden ser engañosas. La amistad no tiene límites, ni tipos. El lobo feroz había encontrado un lugar entre ellos y, por fin, una gran familia.
FIN.