Caperucita Roja y el Lobo Amistoso
Era una mañana soleada en el bosque y Caperucita Roja caminaba feliz hacia la casa de su abuelita. Mientras caminaba, de repente, se encontró con el famoso Lobo Feroz. Pero este no tenía aspecto feroz en absoluto; se veía triste y solitario.
"Hola, Caperucita" - dijo el Lobo con voz suave.
"Hola, Lobo. ¿Por qué estás tan triste?" - preguntó Caperucita.
"Nadie quiere jugar conmigo. Todos creen que soy feroz y no se acercan" - suspiró el Lobo.
Caperucita se sintió un poco mal por él.
"Pero yo no te veo feroz. Eres un lobo amigable" - le dijo.
"¿De verdad?" - preguntó el Lobo, levantando las orejas.
"Sí, ¿quieres acompañarme a la casa de mi abuela? Podemos llevarle un pastel de zanahoria que preparé" - sugirió Caperucita.
"¿Pastel de zanahoria? Eso suena delicioso, ¡me encantaría!" - exclamó el Lobo.
Así que Caperucita y el Lobo comenzaron a caminar juntos hacia la casa de la abuela. Durante el camino, comenzamos a charlar y reír.
"¿Sabés quiénes son tus verdaderos amigos?" - le preguntó Caperucita.
"No lo sé, ¿quiénes?" - preguntó el Lobo, curioso.
"Los que te quieren tal como sos, sin importar lo que digan los demás" - explicó Caperucita.
Cuando llegaron a la casa de la abuelita, Caperucita llamó a la puerta.
"¡Abuela! ¡Soy yo, Caperucita!"
La abuela, al abrir la puerta, se sorprendió al ver al Lobo.
"¿Y vos quién sos?" - preguntó la abuela.
"Soy el Lobo, pero no te preocupes. No voy a hacer nada malo. Solo vine a compartir un pastel de zanahoria" - se apresuró a decir el Lobo.
La abuela, viendo la sonrisa sincera del Lobo, decidió invitarlo a entrar.
"¿Por qué no se quedan a disfrutar el pastel juntos?" - ofreció.
Una vez dentro, compartieron el delicioso pastel de zanahoria.
"Es riquísimo, Caperucita" - dijo el Lobo mientras probaba el pastel.
"Lo hice con mucho amor. Siempre es mejor compartir" - respondió Caperucita.
Después de comer, el Lobo y Caperucita jugaron en el jardín. Jugaron a las escondidas y a saltar la cuerda. La abuela se unió al juego, riendo y disfrutando del momento.
"Nunca pensé que un lobo y una niña pudieran ser amigos" - dijo la abuela, sorprendida.
"A veces, los prejuicios nos hacen perder grandes amistades" - reflexionó el Lobo.
Cuando llegó la tarde, Caperucita se despidió de su nueva amiga y del Lobo.
"Gracias por permitirme ser parte de su día. Ahora sé que la amistad no tiene forma ni especie" - dijo el Lobo.
"Volvamos a jugar juntos, Lobo. No dejes que nadie te diga lo que puedes o no puedes hacer" - dijo Caperucita.
"¡Prometido!" - respondió el Lobo, moviendo la cola de felicidad.
Y así, desde ese día, el Lobo Feroz ya no fue más solo. Caperucita y él jugaron juntos cada vez que podían. Enseñaron a todos en el bosque que la amistad puede florecer en los lugares más inesperados y que siempre vale la pena dar una oportunidad.
FIN.