Caperucita Roja y el Oso Amistoso
Era una mañana soleada y llena de pájaros cantando en el bosque. Caperucita Roja salió de su casa con una canasta llena de deliciosas galletas que su abuela le había pedido que llevara. Mientras caminaba por el sendero, se encontraba emocionada por visitar a su abuela que vivía al otro lado del bosque.
Pero, mientras caminaba, de repente vio algo moverse entre los arbustos. Se detuvo, y en ese instante, un gran oso pardo salió del escondite. Caperucita Roja dio un salto hacia atrás, asustada.
- ¡Ay, un oso! - gritó, pensando en lo que había escuchado de su mamá sobre los animales del bosque.
Pero el oso, en vez de asustarla, parecía tan asombrado como ella.
- Hola, pequeña. No tengas miedo. Me llamo Oso Bruno y no quiero hacerte daño - dijo el oso en un tono amable.
Caperucita Roja estaba intrigada. Nunca había hablado con un oso antes, y su curiosidad la llevó a acercarse un poco.
- ¿De verdad no me vas a comer? - preguntó con un hilo de voz.
- No, claro que no. Solo quiero hacer amigos en este bosque - respondió Bruno. - La gente siempre me teme, pero también tengo un corazón grande. ¿Te gustaría jugar un rato?
Caperucita, sintiéndose más tranquila, aceptó la invitación. Jugaron al escondite entre los árboles, recolectaron flores y hasta hicieron una pequeña carrera. Se estaban divirtiendo tanto que se olvidaron de la hora.
Después de un rato, Caperucita se dio cuenta de que tenía que seguir su camino.
- Oh no, debo ir a casa de mi abuela. Ella debe estar esperándome - dijo apenada.
- No te vayas, Caperucita. ¿Por qué no me llevas contigo? Puedo ayudarla a cuidar su jardín - propuso Bruno con entusiasmo.
Caperucita pensó que eso podría ser una buena idea. Entonces, juntos, se dirigieron a casa de la abuela.
Cuando llegaron, la abuela de Caperucita estaba sorprendida al ver a un oso gigante a su puerta.
- ¡Caperucita! ¿Quién es este amiguito? - preguntó la abuela con un tono de sorpresa.
- Es Bruno, abuela. Es un oso amistoso y vino a ayudar a cuidar el jardín - explicó Caperucita.
La abuela dudó por un momento, pero al ver la bondad en los ojos de Bruno, decidió darle una oportunidad.
- Está bien, Bruno. Si quieres ayudar, puedes pasar. Pero primero, dime, ¿te gusta la mermelada de frutilla? - preguntó con una sonrisa.
Bruno se iluminó.
- ¡Me encanta!
Así que, mientras Caperucita y la abuela preparaban la mermelada, Bruno se puso a trabajar en el jardín, ayudando a plantar nuevas flores y cuidando de las que ya estaban. La abuela quedó impresionada por lo amable y fuerte que era Bruno.
Después de un rato, el aroma de la mermelada llenó la casa, y todos se sentaron a disfrutar de un delicioso festín.
- Esta es la mejor mermelada que he probado - dijo Bruno con una gran sonrisa.
Desde ese día, Caperucita y Bruno se hicieron grandes amigos y visitaban a la abuela a menudo. Aprendieron que no importa cuán diferente sea alguien, siempre se puede encontrar una manera de ser amigos. Y así, el oso que una vez fue temido se convirtió en un querido miembro de la familia, demostrando que la amistad puede florecer en los lugares más inesperados.
FIN.