Caperucita Roja y la Funcionaria Golosa
En un pintoresco pueblo muy lejano, vivía una funcionaria de la inspección de escuelas llamada Caperucita Roja. Además de ser muy aplicada en su trabajo, Caperucita Roja tenía un pasatiempo secreto: cocinar deliciosos muffins, cookies, scones y todo tipo de golosinas para compartir con sus amigos y colegas. Todos en el pueblo esperaban con ansias el momento en que Caperucita Roja salía con su cestita llena de delicias caseras. Su fama de cocinera era tan grande que hasta el Lobo Feroz, que en realidad era un vecino muy simpático, se relamía los bigotes cada vez que olía el dulce aroma de las creaciones de Caperucita.
Un día, Caperucita Roja recibió una visita inesperada de la funcionaria del departamento de permisos, quien le dijo: "Caperucita, tengo una urgente inspección en tu cocina para verificar si cumples con las normativas sanitarias para la elaboración de alimentos." Caperucita, confiada en su limpieza y pulcritud, la invitó a pasar. Mientras la funcionaria curioseaba por la cocina, Caperucita no sospechaba que aquella mujer tenía malas intenciones. Al final de la inspección, la funcionaria, con una sonrisa pícara, se llevó consigo la cestita de deliciosas golosinas, diciendo que debía analizarlas en el laboratorio. Caperucita se quedó perpleja y sin su preciado cargamento.
Después de unos días, la funcionaria del departamento de permisos no había regresado, y Caperucita comenzaba a sospechar de su buena fe. Decidió entonces investigar por su cuenta y con la ayuda del Lobo Feroz (quien en realidad era un experto en leyes) averiguaron que aquella funcionaria jamás llevó las golosinas al laboratorio y que en realidad las había vendido en el mercado negro. ¡Qué escándalo!
Caperucita Roja, decidida a recuperar su mercadería, no se amilanó y fue directo a la oficina de la Alcaldesa, una mujer sabia y justa, para exponer su caso. La Alcaldesa, convencida de la honestidad de Caperucita, ordenó una nueva inspección en la casa de la funcionaria tramposa. Al encontrar pruebas contundentes, la funcionaria fue destituida de su cargo y las golosinas fueron devueltas a Caperucita.
Desde ese día, Caperucita Roja aprendió una valiosa lección: no todos en el mundo son tan honestos como ella, pero siempre hay personas dispuestas a ayudar. Además, decidió compartir sus recetas con los habitantes del pueblo, enseñándoles a cocinar y a disfrutar en compañía de deliciosas golosinas. Así, el pueblo se llenó de aroma a canela, risas y amistad, y Caperucita Roja supo que, a pesar de los malos momentos, con determinación y amistades sinceras, siempre saldría adelante.
FIN.