Caperucita Roja y la Pizza Mágica
Era un día radiante en el bosque y Caperucita Roja estaba emocionada. "¡Hoy le llevo a mi abuela una pizza deliciosa!" - dijo mientras miraba la caja roja de cartón que cuidaba con ternura. Era su receta favorita, una pizza de queso, tomate y un toque de albahaca que hacía que todos se relamieran de gusto.
Mientras caminaba por el sendero, observaba el canto de los pájaros y el murmullo del viento entre los árboles. Sin embargo, a lo lejos, un lobo con dientes afilados y mirada astuta la observaba. "Mmm, pizza... eso suena delicioso", pensó el lobo mientras se acercaba sigilosamente.
Caperucita llegó al claro donde se encontraba un tronco caído que le recordaba a su madre. Pero, de repente, "¡Hola, Caperucita!" - exclamó el lobo haciendo que ella se sobresaltara. "¿Adónde vas tan apurada?"
"¡A llevarle una pizza a mi abuela!" - contestó valientemente.
"Oh, qué suerte la de tu abuela. ¿Te gustaría compartirla conmigo antes de que vayas?" - dijo el lobo, lamiéndose los labios.
Caperucita se sorprendió y dudó. "No sé, lobo. ¿Y si te la comes entera?"
"¡Yo nunca haría eso!" - respondió el lobo con una sonrisa pícara.
Pero cuando Caperucita dio un paso atrás, el lobo saltó hacia ella, agarró la caja de pizza y, ¡zas! , se la comió en un abrir y cerrar de ojos.
"¡Devorador de pizzas!" - gritó Caperucita. "¡Eso no se hace!"
El lobo se rió. "Es tan rica, así que sólo me queda disfrutarla. Pero me siento... extraño. "
De repente, el lobo empezó a tambalearse y, ¡paf! Se cayó al suelo. Caperucita se asustó y corrió hacia él. "¿Estás bien, lobo?"
El lobo, con una voz muy suave, dijo: "No como la pizza de la abuela, me he comido algo que no debía". Y así, mágicamente, el lobo fue cubierto por un brillo dorado y empezó a revivir, pero esta vez era diferente.
"¡Oh! ¿Qué me pasa?" - dijo el lobo, ahora con un brillo en sus ojos.
"Te has convertido en un lobo vegetariano, ¡eso es!" - se rió Caperucita.
"¿Vegetariano? Nunca había escuchado de eso. ¿Qué es?" - preguntó el lobo curioso.
Caperucita sonrió y le explicó. "Significa que ahora solo puedes comer alimentos que provienen de plantas. También significa que podrías probar deliciosas verduras y frutas. ¿Qué te parece?"
"Suena interesante... ¿Podría hacer pizza de verduras?" - preguntó el lobo, con los ojos brillando más fuerte.
"¡Claro!" - exclamó Caperucita. "Podemos aprender juntos a hacerla. Y así, no tendrás que perseguir a nadie por la comida."
El lobo se sintió emocionado. "¡Será un desafío!"
Desde ese momento, Caperucita y el lobo se hicieron grandes amigos. Pasaron el día recolectando ingredientes para hacer una pizza saludable. Mientras trabajaban juntos, Caperucita le enseñaba sobre la importancia de compartir y comer cosas sanas.
"Amigos, comida sana y dos risas siempre hacen una gran receta de felicidad" - decía Caperucita.
"Sí, y ¡adiós pizzas que me hacen caer!" - agregó el lobo entre risas.
Juntos, regresaron a la casa de la abuela y la sorprendieron con una deliciosa pizza vegetariana, llena de color y sabor.
Cuando la abuela probó la pizza, exclamó: "¡Está riquísima! Nunca pensé que un lobo y Caperucita serían tan buenos chefs. Esta comida es lo mejor que he probado."
Caperucita y el lobo se sonrieron, felices de haber encontrado una nueva manera de disfrutar la comida y aprender juntos.
Esa tarde, uno puede decir que el lobo ya no buscaba pizzas, sino amigos y lecciones sobre la vida. Caperucita roja nunca olvidó lo que sucedió aquel día. La amistad puede transformar incluso a los más astutos y mostrar que, a veces, la verdadera magia reside en lo que compartimos juntos. Y así, en su bosque, vivieron aventuras llenas de risas, nuevas recetas y, por sobre todo, un mensaje:
"Nunca es tarde para cambiar y aprender algo nuevo".
FIN.