Caperucita Roja y la Sandía Mágica
Era un hermoso día de primavera en el bosque, y Caperucita Roja estaba ansiosa por hacer su recorrido habitual para visitar a su abuela. Pero hoy había algo diferente: tenía un antojo especial por la sandía. Cada vez que veía una sandía en el mercado, su corazón se llenaba de alegría.
"Hoy voy a llevarle una sandía a mi abuela", se dijo Caperucita, mientras su canasta se llenaba de flores y, por supuesto, de la jugosa sandía que había encontrado en un puesto del pueblo.
Antes de entrar al bosque, su madre la llamó.
"Caperucita, recuerda el camino y no hables con extraños."
"¡Sí, mamá!" respondió Caperucita, poniendo especial atención en su mamuska.
Al adentrarse en el bosque, comenzó a disfrutar del aroma de las flores y el canto de los pájaros. Tras unos minutos, se encontró con el Lobo, que estaba sentado bajo un árbol, viendo pasar el tiempo.
"¡Hola, Caperucita!" saludó el Lobo con una gran sonrisa.
"Hola, Lobo. Estoy en camino a casa de mi abuela y le llevo una sandía. ¿No te gustaría una?"
El Lobo, sorprendido por la oferta, se acercó.
"¿Una sandía? Me encanta la sandía. Pero, ¿tienes suficiente para los dos?"
"Sí, claro. Te puedo compartir. ¡Es deliciosa!"
Caperucita sacó la sandía de su canasta y la partió en dos. Ambos disfrutaron de la fruta fresca y dulce, y al hacerlo, Caperucita le contó al Lobo sobre cómo su abuela estaba ansiosa por recibir la sandía.
"¡A mí también me gustaría llevarle algo!", exclamó el Lobo, entusiasmado.
Como le había ofrecido, se convirtió en un gran amigo de Caperucita esa mañana.
"Te voy a ayudar a llevar la sandía, aunque quizás debas ir por otro camino, el más rápido", sugirió el Lobo.
Caperucita se sintió un poco nerviosa. No estaba segura si podía confiar en el Lobo, pero pensó que podía ser una buena oportunidad para trabajar en equipo.
"Bueno, si podemos llegar más rápido, me parece genial. ¡Vamos!"
Mientras caminaban por el camino más corto, se encontraron con un obstáculo, un grupo de arbustos espinosos. El Lobo, al ver a Caperucita dudando, dijo:
"Dejame usar mi fuerza para apartar algunas ramas y puedas pasar más fácil"
"¡Qué buena idea!" gritó Caperucita, admirando cómo el Lobo cortaba las espinas del camino con gracia.
Finalmente, tras atravesar varios obstáculos juntos, llegaron a la casa de la abuela. La abuela, al abrir la puerta, se sorprendió al ver a su nieta acompañada.
"¡Caperucita! ¿Y quién es este amigo?" preguntó, con una mirada curiosa.
"Es el Lobo, abuela. Lo conocí en el camino y compartimos una sandía. ¡Es muy amable!"
La abuela sonrió y dijo:
"Es maravilloso ver que has hecho un nuevo amigo, Caperucita. Además, hay algo mágico en compartir unas rodajas de sandía como símbolo de amistad".
Y así, todos disfrutaron de un festín: sandía, historias y muchas risas. El Lobo y Caperucita se hicieron grandes amigos, y juntos aprendieron que no todos los extraños son malos; a veces, pueden ser grandes compañeros en aventuras.
Desde ese día, Caperucita siempre llevaba una sandía cuando iba a ver a su abuela. Caperucita y el Lobo continuaron explorando el bosque juntos, demostrando que la amistad y la bondad pueden florecer en los lugares más inesperados.
Así, la amigable sandía se convirtió en un símbolo de amistad en su pueblo, y todos los días, la gente se reunía para compartirla y contar historias.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.