Caperucita Rosa y el Lobo Amistoso
Caperucita Rosa era una chica curiosa, siempre con una sonrisa lista para iluminar el día. Un soleado sábado decidió que era momento de visitar a su abuela, pero su mamá le dio un aviso.
"Cuidado, Caperucita, no hables con extraños y no te salgas del camino."
Caperucita sonrió y prometió ser cuidadosa. Con su canasta llena de galletitas y mermelada, se adentró en el bosque. Sin embargo, mientras caminaba, se encontró con el Lobo Feroz, que no se veía tan feroz como lo pintaban las historias.
"Hola, Caperucita. ¿Adónde vas con esa canasta tan rica?" - preguntó el lobo con voz suave, tratando de sonar amistoso.
Caperucita, un poco asustada, recordó las advertencias de su mamá.
"Voy a la casa de mi abuela, que vive al otro lado del bosque. Pero no puedo hablar contigo, tengo que tener cuidado."
El lobo se dio cuenta de que asustó a Caperucita y decidió cambiar su enfoque.
"Entiendo, pero he vivido en este bosque por mucho tiempo. Si me permites, podría acompañarte y señalarte los mejores atajos. No soy feroz, ¡solo tengo un nombre que da miedo!" - dijo el Lobo, intentando ser convincente.
Caperucita, intrigada pero aún cautelosa, lo miró. Había algo en sus ojos que la hacía pensar que quizás no era tan malo.
"Está bien, pero solo si prometés no comerte a nadie."
Ambos rieron, y así, Caperucita decidió que podría confiar en el Lobo. Durante el camino, el Lobo le mostró flores hermosas y le enseñó a reconocer los sonidos de los pájaros.
"Mirá, ese es el canto del mirlo. Y esas flores se llaman girasoles. Tienen un corazón lleno de semillas, igual que nosotros, que necesitamos compartir con otros para crecer."
Caperucita se puso a pensar:
"¡Qué interesante! Nunca pensé en las flores y en el compartir. Gracias, Lobo."
Al llegar a la casa de la abuela, Caperucita se dio cuenta de que nunca había estado tan feliz de haber seguido el camino junto a un amigo inesperado. El Lobo la acompañó hasta la puerta.
"Creo que este es mi hogar, por ahora, Caperucita. Pero me alegra haber conocido a alguien tan especial como vos. Nunca olvides que las apariencias pueden engañar."
"¡Yo tampoco! Y prometo no juzgar a nadie sin conocerlo. Ven, que mis galletitas son para compartir. No me gustaría que te quedaras con hambre."
El Lobo sonrió al escuchar eso. Así que juntos compartieron las galletitas con la abuela, quien al principio se asustó un poco, pero luego también se dio cuenta de que el Lobo no era malo. Al final, todos disfrutaron de un picnic en el jardín, riendo y contando historias.
Caperucita aprendió que a veces los mejores amigos pueden llegar de las maneras más inesperadas, y que el miedo puede desaparecer con un poco de confianza y comprensión. El Lobo, por su parte, descubrió que la amistad puede transformar un nombre temido en uno lleno de cariño.
Desde entonces, Caperucita Rosa y el Lobo Amistoso exploraron el bosque juntos, ayudando a otros animales y convirtiéndose en los mejores amigos. Cada aventura era más emocionante que la anterior, y ambos aprendieron a celebrar sus diferencias y a valorar la amistad por encima de todo.
Y así, el Lobo Feroz no era más que el Lobo Amistoso, y con su nuevo nombre, todos en el bosque vivieron felices y en armonía. Fin.
FIN.