Caperucita Rosa y el Lobo Deportista


Había una vez una niña llamada Caperucita Rosa, quien vivía en un pequeño pueblo rodeado de un frondoso bosque. Caperucita era una niña muy activa y deportista, le encantaba jugar al fútbol y hacer gimnasia rítmica.

Un día, mientras se preparaba para ir a su entrenamiento de gimnasia, su mamá le pidió que llevara algunas galletas a su abuela que vivía al otro lado del bosque.

A pesar de que sabía que no debía alejarse del camino principal, Caperucita decidió tomar un atajo por el bosque para llegar más rápido. Mientras caminaba por el bosque con su canasta de galletas en la mano, se encontró con un lobo hambriento.

El lobo le preguntó adonde iba Caperucita y ella inocentemente le respondió: "Voy a casa de mi abuela para llevarle estas galletas". Sin embargo, el lobo tenía otros planes en mente.

"¿Y si te ayudo a llevar las galletas hasta la casa de tu abuela?"- propuso el lobo con una sonrisa malvada en su rostro. Caperucita Rosa sabía que no debía hablar con extraños pero pensó que sería buena idea aceptar la ayuda del lobo ya que así llegarían más rápido.

Así fue como terminaron juntos caminando hacia la casa de la abuela. Sin embargo, cuando llegaron allí descubrieron que algo extraño estaba pasando. La puerta estaba entreabierta y había ruidos extraños dentro.

Fue entonces cuando el lobo reveló sus verdaderas intenciones y decidió atacar a Caperucita Rosa. Pero Caperucita no se dejó vencer tan fácilmente.

Gracias a su entrenamiento de gimnasia, logró esquivar al lobo y correr hacia la casa de su abuela donde encontró una barra de hierro que utilizaba como parte de su rutina diaria. Con valentía, Caperucita enfrentó al lobo y lo golpeó con la barra hasta dejarlo inconsciente. Finalmente, llegaron los guardabosques del bosque para rescatar a Caperucita y capturar al lobo malvado.

A partir de ese día, todos en el pueblo reconocieron la importancia del deporte y cómo éste ayudó a Caperucita Rosa a salvarse del peligro.

Caperucita Rosa aprendió una gran lección: nunca hablar con extraños y siempre estar preparada física y mentalmente para cualquier situación difícil que pudiera presentarse. Desde entonces, continuó entrenando arduamente en gimnasia rítmica mientras disfrutaba las galletas junto a su abuela en un ambiente seguro y feliz.

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