Caperucita Vapeadora



En un hermoso bosque de flores multicolores y árboles frondosos, vivía una joven llamada Caperucita. Ella era conocida por su carácter aventurero y su amor por explorar. Sin embargo, había un pequeño detalle que la diferenciaba de los demás niños: Caperucita había comenzado a usar un vaporizador, o vapeador, como le decían sus amigos. Le gustaba, pensaba que era moderno y cool, y se sentía parte de una tendencia que estaba de moda en su grupo.

Un día, su madre la llamó mientras preparaba una canasta con algunas delicias para llevar a casa de su abuela.

"Caperucita, vení que voy a prepararte algo rico para que lleves a la abuela. ¿Te acordás que está enferma?" - le dijo su mamá.

"Sí, mamá. Le llevaré unas galletitas y, de paso, le muestro mi nuevo vapeador. Es genial, mirá esto" - respondió Caperucita, emocionada, mientras hacía una nube de vapor con su vapeador.

Su madre levantó una ceja, sorprendida.

"Caperucita, ¿estás segura de que eso es bueno para vos?" - preguntó.

"Claro, mamá. Todos mis amigos lo hacen. No es peligroso, es solo vapor de sabores" - insistió la niña.

Después de preparar la canasta, Caperucita salió al bosque, pensando que sería un día perfecto para visitar a su abuela. Mientras caminaba, disfrutando del canto de los pájaros y el suave murmullo del viento, se encontró con un lobo que la miraba con curiosidad.

"Hola, Caperucita. ¿A dónde vas tan contenta?" - le preguntó el lobo con voz suave.

"Hola, lobo. Voy a casa de mi abuela a llevarle unas galletitas" - respondió la niña.

El lobo, encontrando una oportunidad, decidió actuar con astucia.

"¿Y qué es eso que llevas ahí?" - inquirió, señalando a la canasta.

"Son galletitas y... y mi vaporizador. ¿Ves?" - dijo Caperucita, mostrando su dispositivo.

El lobo sonrió, intrigado.

"¿Y no es un poco peligroso? He oído que esos vapeadores pueden ser más dañinos de lo que la gente piensa" - dijo el lobo, intentando asustarla.

Caperucita, sintiéndose algo incomoda, respondió:

"No, es solo vapor. No creo que sea tan malo" - pero en el fondo comenzó a dudar.

El lobo, aprovechando el momento de inseguridad, le dijo:

"¿Sabías que yo tengo una amiga que vive al otro lado del bosque? Le encanta saber sobre cosas nuevas, como tu vapeador. ¿Por qué no me acompañás?" - propuso el lobo con una sonrisa astuta.

Caperucita, al principio dudó, pero la curiosidad pudo más. Así que le respondió:

"Bueno, podría ser interesante... pero sólo un momento".

Mientras se alejaban, Caperucita comenzó a preguntarse si realmente debería seguir usando el vapeador. ¿Era realmente seguro? Recordó a su madre y su advertencia. Cuando se acercaron a un claro, el lobo la llevó hacia un árbol donde una gran sombra se proyectaba.

"Mirá, Caperucita, ese árbol es mágico. Dicen que si te sentás bajo él y pensás en algo que no te deja dormir, te lo quita" - mintió el lobo, esperando que Caperucita se distraiga.

"No sé, lobo... tengo que llevarle las galletitas a mi abuela. Pero, ¿puedo probar después?" - dijo Caperucita, insegura pero intrigada.

El lobo decidió que era mejor dejarla ir, y cuando vio que ella comenzaba a perder interés, se despidió:

"Está bien, pero recuerda que la curiosidad es buena... a veces" - dijo mientras se alejaba, dejando a Caperucita con nuevas dudas.

Finalmente, Caperucita decidió volver por el camino que la llevó a su abuela. Mientras caminaba, empezó a pensar en todo lo que le había dicho el lobo.

"Quizás debería hablar con mi amiga del barrio, ella siempre tiene buenas respuestas" - murmuró para sí misma.

Cuando llegó a la casa de su abuela, la mujer la recibió con alegría.

"¡Caperucita! Me alegra verte! ¿qué me traés hoy?" - preguntó su abuela con una sonrisa.

Caperucita le entregó la canasta, y mientras charlaban, decidió contarle sobre sus dudas con el vapeador.

"Abuela, estuve pensando en el vapeador. El lobo me dijo que no es bueno, ¿qué pensás?" - preguntó Caperucita.

La abuela, siempre sabia, le respondió:

"Querida, lo importante es cuidar siempre nuestro cuerpo. Hay muchas cosas que parecen divertidas o modernas, pero lo más importante es saber qué es realmente bueno para nosotros. Yo prefiero la dulzura de las galletas a cualquier vapor".

Caperucita sonrió, comprendiendo que había aprendido una valiosa lección.

"Tenés razón, abuela. A veces, lo más simple es lo mejor. ¡Mejor en vez de vapear, disfrutaré de un rico té con galletitas contigo!" - dijo con entusiasmo.

Y así, Caperucita decidió dejar el vapeador y compartir más momentos con su abuela, disfrutando de la sencillez y la felicidad de lo auténtico. El lobo, al ver que su plan no había funcionado, aprendió también a no ser tan astuto.

Desde aquel día, Caperucita y su abuela se volvieron inseparables, y Caperucita nunca volvió a dudar de lo que era bueno para ella.

FIN.

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