Caperucita y el Bosque de los Desafíos



Era una mañana radiante cuando Caperucita Roja, con su característico chal rojo, se dispuso a visitar a su abuela que vivía al otro lado del bosque. No era la primera vez que lo hacía, pero aquella jornada prometía ser diferente. Desde su casa, su madre la advirtió:

"Caperucita, no te distraigas en el camino y no hables con extraños".

Caperucita asintió y prometió seguir el consejo. Con una canasta llena de deliciosos bocadillos y un corazón lleno de alegría, emprendió su aventura. Sin embargo, lo que no sabía era que el bosque estaba lleno de sorpresas… y desafíos.

Al poco andar, se encontró con un arroyo que corría veloz por entre las piedras.

"¡Oh no!" - pensó Caperucita "¿Cómo cruzaré esto?"

De repente, un pequeño reno apareció.

"¡Puedo ayudarte!" - dijo el reno. "Sigue mi ejemplo. Salta sobre las piedras."

Caperucita observó cómo el reno saltaba ágilmente. Con un poco de valentía, siguió sus pasos y logró cruzar el arroyo.

"¡Lo logré! Gracias, pequeño amigo" - le dijo con una sonrisa.

Continuó su camino por el bosque, cuando de pronto, escuchó un ruido detrás de un arbusto. Era el lobo feroz, que la observaba con un brillo travieso en sus ojos.

"¡Hola, Caperucita!" - dijo el lobo, intentando sonar amigable. "¿Te gustaría que te acompañe?"

Caperucita, recordando las advertencias de su madre, respondió cautelosa:

"No gracias, lobo. Estoy en camino a visitar a mi abuela."

El lobo, que se había puesto a pensar un plan para comérsela, se hizo el distraído.

"Entiendo, pero debes saber que el camino por aquí es peligroso. ¿No te gustaría que te muestre un atajo?"

Caperucita, no del todo convencida, contestó:

"No, prefiero seguir por el sendero conocido. Es más seguro."

Frustrado por el rechazo, el lobo dio un giro y se adentró en el bosque. Caperucita siguió su camino, pero no pasó mucho tiempo antes de que se encontrara con un grupo de mariposas que danzaban en el aire.

"¡Qué hermoso!" - exclamó. "¿Qué hacen aquí?"

Una de las mariposas, con alas brillantes, le respondió:

"Estamos celebrando la llegada de la primavera. Ven y juega con nosotras."

Aunque Caperucita disfrutaba de la vista, recordó a su abuela.

"Gracias, amigas, pero debo seguir mi camino. Mi abuela me espera y no quiero hacerla esperar."

Las mariposas asintieron con gusto.

"Eres muy sabia, Caperucita. Ve a ver a tu abuela."

Con un guiño, Caperucita continuó su viaje. Mientras se adentraba más en el bosque, el lobo feroz ideaba un nuevo plan. Se adelantó por un atajo y llegó primero a la cabaña de la abuela.

"¡Hola, abuela! Soy Caperucita" - dijo el lobo, disfrazándose con la voz de Caperucita.

La abuela, que ya había escuchado historias sobre el lobo, se dio cuenta de que algo no estaba bien.

"Da un paso y abriré la puerta… pero, ¿cómo sé que eres realmente Caperucita?" - preguntó, con astucia.

"¡Porque soy yo, Caperucita, tu favorita!" - intentó convencerla el lobo.

Pero la abuela, muy inteligente, decidió no abrir. En su lugar, pretendió que estaba muy ocupada haciendo algo en la cocina.

"Espera, voy a buscar algo rico para vos" - le dijo.

El lobo, curioso, esperó con impaciencia. Cuando Caperucita llegó, se encontró con la puerta entreabierta. Entró y miró a su abuela:

"¡Abuela! Estoy aquí, ¿estás bien?"

La abuela salió de la cocina y, al ver a Caperucita, se sintió aliviada.

"¡Caperucita! No dejes nunca de ser valiente y astuta."

De repente, el lobo salió de su escondite, mostrando su verdadera forma.

"¡¿Qué? ! ¿Por qué no están asustadas?" - rugió el lobo.

Caperucita, recordando sus encuentros, tuvo una idea.

"¡Lobo, sé que no eres tan feroz como pretendes! Puedes ser amigo y no un enemigo. ¿Por qué no intentas pensar de otra manera?"

El lobo, confundido, se detuvo.

"¿Amigos? No tengo amigos. Todos huyen de mí."

Caperucita y la abuela se miraron y asintieron.

"Podemos ser tus primeras amigas, si prometes ser bueno" - sugirió la abuela.

El lobo dudó, pero algo en su corazón lo tocó.

"No sé… pero está bien. Voy a intentar ser amable" - dijo titubeando.

Así fue como el lobo, con la ayuda de Caperucita y la abuela, comenzó a cambiar. Desde ese día, el lobo decidió ser un guardián del bosque, ayudando a quienes lo necesitaban.

Caperucita continuó visitando a su abuela, ahora con un nuevo amigo a su lado. Aprendió que las apariencias engañan y que todos pueden cambiar si les damos una oportunidad.

Y así, el bosque se llenó de risas, alegría y nuevas aventuras. A veces, solo se necesita un acto de valentía y bondad para transformar a un lobo feroz en un amigo leal.

FIN.

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