Caperucita y el Bosque de los Sueños



Había una vez en un pequeño pueblo argentino, una niña llamada Caperucita. Caperucita era conocida por su capa roja brillante, regalo de su abuelita. Un día, su mamá le pidió que llevara una canasta de frutas a la abuela que vivía al otro lado del bosque.

"Caperucita, ¿podés llevarle estas frutas a tu abuela?" - le dijo su madre mientras le entregaba la canasta.

"¡Sí, mamá!" - respondió con una sonrisa.

Antes de salir, su madre le advirtió:

"No te apartes del camino y no hables con extraños."

Con la canasta en la mano, Caperucita salió a explorar el mágico bosque. Mientras caminaba, admiraba las flores y escuchaba el canto de los pájaros. Sin embargo, en un rincón del bosque, Caperucita se encontró con un adorable lobo.

"Hola, pequeña. ¿Dónde vas con tanta prisa?" - preguntó el lobo con una voz suave.

Caperucita, recordando lo que su madre le había dicho, se sintió un poco incómoda.

"Voy a llevarle frutas a mi abuela. Ella vive al otro lado del bosque", - respondió, manteniendo la distancia.

El lobo, un poco decepcionado, decidió aprovechar la situación.

"¿Sabías que hay un camino mucho más bonito que puedes tomar para llegar más rápido a tu abuela?" - dijo el lobo, señalando una dirección diferente.

Caperucita dudó, pero su curiosidad fue más fuerte que el sentido común.

"¿De verdad? Eso suena interesante. Pero..."

"No te preocupes, pequeña. Solo sigue este sendero de flores brillantes. Te prometo que es seguro" - aseguró el lobo, sonriendo.

Sin pensarlo dos veces, Caperucita dejó el camino seguro y comenzó a seguir al lobo. Pronto, se dio cuenta de que estaba en el lugar equivocado. Las flores se volvieron cada vez más espesas y el camino, confuso.

"¿Dónde estamos, amigo?" - exclamó Caperucita, sintiéndose perdida.

El lobo, sin poder disfrazar su verdadera intención, se dio la vuelta.

"Lo siento, pequeña. Pensé que podrías disfrutarlo, pero ahora estamos en mi parte del bosque. Puedes quedarte aquí un rato" - dijo con una sonrisa traviesa.

Caperucita, asustada, comenzó a recordar lo que su madre le había dicho: "No hables con extraños". Entonces, reunió todo su valor y les dijo:

"No quiero quedarme. Debo encontrar a mi abuela. ¡Déjame ir!"

"No tienes por qué asustarte, pequeña. Solo quiero jugar" - replicó el lobo.

Pero Caperucita, decidida a no dejarse engañar, se acordó de su canasta y de cómo podía hacer uso de ella.

"Si quieres jugar, ¡tendrás que ayudarme a volver al camino correcto!"

"¿Cómo puedo estar seguro de que me vas a liberar luego?" - cuestionó el lobo.

De repente, una idea iluminó la mente de Caperucita.

"Podemos hacer un trato. Si me ayudas a regresar, te invitaré a disfrutar de las frutas que llevo para mi abuela. Todos podemos compartir y disfrutar juntos" - propuso con un brillo en los ojos.

El lobo pensó que la idea era interesante.

"Está bien, me gusta tu trato. ¡Vamos a encontrar el camino!" - dijo el lobo, sintiéndose intrigado.

Juntos comenzaron a buscar el camino de vuelta, compartiendo historias y risas. Caperucita se dio cuenta de que el lobo, aunque un poco travieso, no era tan malo como ella pensaba.

"Sabés, me encantan las historias. ¿Tienes alguna sobre la luna?" - preguntó ella.

"Claro, hay muchas historias sobre la luna que brillan en la noche" - contestó el lobo, emocionado.

Finalmente, encontraron el sendero que llevaban a la casa de la abuela. Justo al llegar, la abuela salió sorprendida al ver a su nieta con un nuevo amigo.

"¡Caperucita! ¿Quién es este simpático lobo?" - preguntó la abuela.

"¡Es mi nuevo amigo! Nos encontramos en el bosque y decidimos ayudarnos mutuamente" - explicó Caperucita.

La abuela sonrió.

"Qué bonito es que hagan amigos, siempre se puede aprender algo de cada encuentro. ¡Pasen, pasen!" - los invitó a entrar.

Caperucita, el lobo y la abuela disfrutarón de una merienda juntos, y así, Caperucita aprendió una valiosa lección sobre la importancia de ser cautelosa, pero también de abrir su corazón a las amistades inesperadas. Al final del día, prometió contarle a su madre sobre su nueva amiga en el próximo paseo al bosque.

Desde entonces, Caperucita y el lobo se dieron la mano y pasaron todos los días explorando el bosque juntos. Sabían que mientras cuidaran el uno del otro, los días estarían llenos de risas y aventuras.

FIN.

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