Caperucita y el Corazón Escondido
Érase una vez, en un bosque encantado, donde las flores danzaban con el viento y los árboles susurraban secretos. En este mágico lugar vivía una pequeña llamada Caperucita, famosa por su capa roja y su amabilidad.
Un soleado día, Caperucita decidió visitar a su abuelita, pero antes de salir, un misterioso aroma la detuvo.
"¿Qué será eso tan rico?" - se preguntó, siguiendo el olor. Caminó profundo en el bosque y, para su sorpresa, encontró una masita en una pequeña mesa de madera.
"¡Ay, qué delicia!" - exclamó Caperucita, observando la masita de frutilla.
Justo cuando estaba por probarla, notó que había algo más curioso: una serie de libros apilados a un lado. Intrigada, se acercó y, al mover un libro, ¡descubrió un hermoso corazón de papel!"¡Qué raro!" - dijo Caperucita, examinando el corazón con atención. "¿De quién será este?"
En ese momento, un pequeño conejo saltó de detrás de los árboles, asustando a Caperucita un poco.
"¡Hola! Me llamo Pallo, el conejo curioso. Esa es mi colección de corazones. ¡Me encantan!" - explicó, con un brillo en sus ojos.
"¿Corazones?" - preguntó Caperucita, aun sin entender del todo.
"Sí, los hago de papel y los guardo porque representan sentimientos. A veces, los la dejo a amigos cuando se sienten solos". - dijo Pallo, con una sonrisa. "También cocino masitas para alegrar a todos. ¿Qué tal si hacemos algo juntos?"
Caperucita, emocionada, aceptó. Juntos, decidieron hacer más masitas y repartirlos junto con los corazones en todo el bosque. Organizaron una pequeña fiesta donde invitaron a los animales del lugar.
"¡Bienvenidos!" - gritó Pallo, mientras Caperucita ofrecía masitas a todos los amigos. "Recuerden, cada vez que hagan un gesto amable, pueden entregar un corazón – o hacer uno!"
Los animales, con risas y alegría, empezaron a compartir sus propias creaciones. Un zorro hizo una mandarina de papel, una tortuga trajo dibujos de flores y hasta un búho dejó caer un puñado de estrellas brillantes.
Sin embargo, mientras la fiesta se celebraba, un fuerte viento comenzó a soplar. Uno de los libros de Pallo salió volando, y el hermoso corazón que había debajo fue arrastrado lejos por la ráfaga.
"¡No! ¡Mi corazón!" - gritó Pallo, preocupado.
"No te preocupes, yo lo buscaré!" - ofreció Caperucita, confiada en lo que había que hacer.
Se adentró en el bosque siguiendo la dirección del viento. A cada paso que daba, encontró nuevos amigos que le ayudaron: un pájaro que voló alto, una ardilla que saltó de árbol en árbol, y hasta la amable señora cierva, que le indicó un camino seguro.
Después de un largo recorrido, Caperucita finalmente vio el corazón atrapado entre las ramas de un arbusto.
"¡Lo encontré!" - gritó Caperucita, llena de alegría. Con mucho cuidado, lo sacó y lo sostuvo en sus manos.
Regresó rápidamente a la fiesta, donde todos la estaban esperando.
"¡Caperucita, lo lograste!" - exclamó Pallo, abrazándola.
"Este corazón nunca debió ser sólo mío. Ahora todos podemos compartirlo, con cada masita, cada sonrisa, y cada acto de bondad" - dijo Pallo, emocionado.
Desde aquel día, Caperucita y Pallo ya no solo cocinaron masitas, sino que crearon un hermoso rincón en el bosque donde compartían corazones y dulzuras con todos, creando un lazo más especial entre los animales y recordando siempre que cada gesto amable puede iluminar el día de alguien.
Así, Caperucita y Pallo, abrazaron la amistad y el valor de compartir, dejando su legado de amor y bondad en el bosque encantado, donde cada nuevo corazón que hacían ayudaba a sembrar felicidad.
FIN.