Caperucita y el Lobo Amigable
Había una vez, en un pueblito rodeado de un espeso bosque, una niña llamada Caperucita. Ella siempre llevaba puesta una capa roja que le había hecho su abuelita. Un día, su mamá le dijo:
"Caperucita, hoy le llevarás unas tortas a tu abuela que está en el otro lado del bosque. Pero no te distraigas y no hables con extraños."
Caperucita asintió y partió contenta, tarareando una canción mientras caminaba.
Al poco tiempo, se encontró con un lobo que la miraba curiosamente.
"Hola, pequeña. ¿Adónde vas con esa capa roja tan bonita?"
Caperucita, recordando las palabras de su madre, le respondió de manera cautelosa:
"Voy a casa de mi abuela a llevarle unas tortas. ¿Y usted quién es?"
"Soy el Lobo, y en realidad, tengo una gran pasión por la cocina -dijo el lobo, mientras se frotaba las patas-. Tal vez pueda ayudarte a preparar algo delicioso para tu abuela." Caperucita pensó que podría ser divertido y un buen aprendizaje.
"¡Eso suena genial! Pero, ¿no hay algún riesgo en eso?"
El lobo se rió con calidez.
"No, ¡en absoluto! Solo quiero hacer un buen banquete. Vamos, sígame al claro del bosque."
Intrigada, Caperucita decidió seguirlo, pero no sin guardar un poco de cautela. El Lobo la llevó a un hermoso claro lleno de flores y una mesa de madera.
"Vamos a hacer unas empanadas y un delicioso pastel de manzana. ¿Te parece bien?"
"¡Me encanta!" exclamó Caperucita. Y comenzaron a cocinar juntos, mezclando ingredientes y riendo mientras preparaban la comida.
Caperucita no podía creer que se estaba divirtiendo con un lobo, que en las historias siempre era un personaje temido. Después de un rato, el lobo le susurró:
"¿Sabías que a veces la gente no ve más allá de lo que creen?"
"¿A qué te refieres?" preguntó Caperucita, curiosa.
"Muchos piensan que yo solo soy un lobo malo. Pero en realidad, tengo sueños, me gusta cocinar y ser amigo de los demás. A veces, la apariencia engaña."
Caperucita reflexionó sobre esto y sintió que el lobo tenía razón. Decidió que era tiempo de volver a casa, pero quería llevar algo rico para su abuela.
"¡El pastel de manzana!" dijo.
El lobo la ayudó a preparar el pastel y una vez listo, lo envolvieron con cuidado.
Antes de irse, el lobo le dijo:
"Recuerda, pequeña, las apariencias no siempre dicen la verdad. La amabilidad y la comprensión son más poderosas que el miedo. Siempre sigue tu instinto y evalúa a los demás por sus acciones."
Caperucita se despidió del lobo, le dio las gracias y continuó su camino hacia la casa de su abuela, llevando consigo no solo un rico pastel, sino también una nueva perspectiva sobre la amistad.
Al llegar, Caperucita se encontró con su abuela, que le abrió la puerta con una gran sonrisa.
"¡Qué alegría verte, Caperucita! ¿Qué traes en esa bolsa?"
Caperucita, entusiasmada, le mostró el pastel.
"¡Hice esto con un lobo amigo que conocí en el bosque!"
La abuela, sorprendida, le preguntó:
"¿Un lobo? ¿Estás segura?"
"Sí, abuela. Me enseñó que no debemos juzgar a alguien solo por lo que parece. La verdadera bondad está en el corazón."
Ambas compartieron el pastel y la historia del encuentro con el lobo, riendo y disfrutando de un día especial. Desde ese día, Caperucita prometió siempre recordar que, a veces, lo que parece ser peligroso puede convertirse en una buena amistad, siempre que seamos valientes y abiertos de corazón.
Y así, Caperucita, su abuela y el lobo se convirtieron en grandes amigos, aprendiendo juntos que el verdadero valor de las cosas se encuentra en lo que compartimos.
FIN.