Caperucita y el Lobo Amistoso
Era un hermoso día soleado y Caperucita Roja estaba muy emocionada porque su mamá le había dado una misión especial: llevarle el almuerzo a su abuelita que vivía al otro lado del bosque. La madre le decía con cariño:
"Caperucita, cuida el cesto y no hables con extraños. No te salgas del camino, ¿entendiste?"
"¡Sí, mamá!" respondió Caperucita con alegría.
Mientras caminaba, Caperucita disfrutaba del canto de los pájaros y de las flores que adornaban el sendero. Sin embargo, al poco tiempo de transitar el camino, se detuvo para admirar una colorida mariposa.
De repente, se dio cuenta de que no recordaba el camino de regreso. Mirando a su alrededor, se sintió un poco asustada.
"Oh, no. Estoy perdida…" murmuró.
Empezó a caminar por un sendero diferente, con la esperanza de encontrar algo familiar. Pero el bosque parecía no tener fin. En medio de su búsqueda, de repente, se encontró con un lobo enorme, de suaves patas y con una mirada curiosa.
"Hola, pequeña. ¿Qué haces sola por aquí?" preguntó el lobo, acercándose despacio.
Caperucita, recordando las advertencias de su madre, se puso un poco nerviosa.
"Estoy llevando el almuerzo a mi abuela, pero me he perdido. No quiero que me comas."
El lobo hizo una mueca que pretendía ser una sonrisa.
"¡No te preocupes! No soy un lobo malo. Me llamo Lupo y no me gusta comer niños, ¡me gustan las historias!"
Curiosa, Caperucita lo observó.
"¿Historias?" preguntó.
"Sí. Cada vez que alguien se pierde, yo le cuento una historia para que no se sienta sola. Ven, si me sigues, puedo ayudarte a encontrar el camino a tu abuela mientras te cuento una historia."
Caperucita dudó, pero decidió confiar en Lupo. A medida que caminaban, el lobo comenzó a contarle cuentos de los árboles mágicos del bosque, de hadas que ayudaban a los perdidos y de animales que se hacían amigos en el camino. Cada cuento hacía que Caperucita olvidara su miedo y se sintiera más segura.
"¡Esto es maravilloso!" exclamó Caperucita.
Finalmente, después de unas historias emocionantes y muchas risas, Caperucita vio una casa familiar al final del sendero.
"¡Es la casa de mi abuela!" gritó, llena de alegría.
"Sí, y tú has llegado gracias a tu valentía y a tu capacidad de escuchar. Nunca olvides eso, Caperucita. Siempre hay algo que aprender incluso en las situaciones más inesperadas" le dijo Lupo.
"Gracias, Lupo! Eres un amigo muy especial."
Antes de entrar a la casa, Caperucita se dio vuelta y le dijo:
"¡Volveré a contarte mis historias!"
Lupo sonrió y con una reverencia se despidió:
"Aquí estaré, siempre listo para escuchar tus aventuras. ¡Tú puedes con todo, Caperucita!"
Caperucita llegó a la casa de su abuela, quien la recibió con un abrazo caluroso, y le contó cómo había conocido a un lobo amistoso. La abuela, con una sonrisa, le dijo:
"Recuerda siempre que a veces las apariencias engañan, y que incluso los seres que parecen peligrosos pueden tener un buen corazón. "
Desde ese día, Caperucita nunca olvidó el valor de la confianza y la amistad, y cada vez que se adentraba en el bosque, sabía que siempre podría encontrarse con nuevas aventuras y amigos inesperados.
FIN.