Caperucita y el Lobo Amistoso



Era una vez, en un pequeño pueblo rodeado de un inmenso monte, donde vivía una niña llamada Caperucita Roja. Le gustaba caminar por el monte, recolectando flores y disfrutando del canto de los pájaros. También adoraba mirar las estrellas en la quietud de la noche. Una tarde, mientras paseaba, se encontró con un lobo. Todos en el pueblo decían que los lobos eran peligrosos, pero Caperucita siempre había tenido curiosidad por ellos.

Cuando lo vio, no se asustó. El lobo, al notar que no le tenía miedo, decidió acercarse.

"Hola, pequeña. ¿No te da miedo caminar sola por el monte?" - preguntó el lobo.

"No, lo disfruto mucho. Además, siempre llevo mi capa roja para estar bien protegida" - respondió Caperucita sonriendo.

El lobo, sorprendido por su valentía, decidió presentarse de manera amistosa. "Soy Lobo, y aunque la gente dice cosas sobre mí, en el fondo tengo un corazón amable. Nunca he querido hacerle daño a nadie".

Caperucita miró al lobo a los ojos y, sin ningún temor, dijo: "¿Por qué no me cuentas más sobre ti?". El lobo, emocionado, empezó a contarle historias sobre su vida en el monte, sobre las estrellas que brillaban en el cielo y cómo podía escucharlas susurrar.

"Las estrellas son como los sueños, Caperucita. A veces, hay que salir a buscarlos aunque parezcan lejanos. ¿Cuáles son tus sueños?" - preguntó el lobo.

Caperucita pensó por un momento y respondió: "Quiero ayudar a todos los animales del bosque a vivir en paz. Nunca quiero que nadie sufra."

"Eso es un sueño hermoso. ¿Qué te parece si hacemos un trato?" - propuso el lobo. "Puedo ayudarte a cuidar del bosque, y tú me enseñas a ser el mejor amigo de todos los animales".

Caperucita se sintió muy feliz con la idea y aceptó. Así comenzó una hermosa amistad. Cada día, se encontraban en el monte, recogían basura, plantaban árboles y seguían el rastro de los animales para alimentarlos.

Un día, mientras caminaban, vieron a un conejito atrapado en unas ramas.

"¡Ayudémoslo!" - exclamó Caperucita.

El lobo, recordando su tamaño, dijo: "Voy a usar mi fuerza para liberarlo, pero tú dirás cómo podemos hacerlo sin asustarlo".

Caperucita le explicó cómo acercarse despacio y hablarle con dulzura. Juntos, lograron liberar al conejito. El dicho conejito, agradecido, decidió acompañarlos en sus aventuras, y así su grupo creció, formando una comunidad amigable de animales y seres del bosque.

La fama de la amistad entre Caperucita y el lobo se fue extendiendo por el pueblo. Muchos niños venían a ver quién era el joven lobo, y cuando lo conocían, comprendían que no era el monstruo que habían imaginado.

De pronto, un día, llegó un grupo de cazadores al monte, asustando a los animales. Se decía que buscaban al lobo para atraparlo y llevarlo lejos. Caperucita, al enterarse, se preocupó.

"¡Debemos hacer algo! No lo dejaré solo!" - gritó.

"No, Caperucita, es peligroso. Ellos solo ven mi apariencia" - dijo el lobo, angustiado.

"Pero yo te conozco, y sé que tu corazón es noble. ¡Tienes que mostrarles que eres un amigo!" - insistió Caperucita.

Así que decidieron organizar un gran encuentro en el claro del monte. Invitaron a todos los animales y también a los niños del pueblo.

Cuando los cazadores llegaron, encontraron un espectáculo asombroso: Caperucita y Lobo, junto a todos los animales, bailaban y reían bajo el cielo estrellado.

Los cazadores, sorprendidos por la escena tan amistosa, preguntaron: "¿Qué está pasando aquí?".

Caperucita, con valentía, se acercó y respondió: "Estamos celebrando la amistad. Este lobo no es un enemigo, es un amigo que cuida de nuestro bosque y sus habitantes. ¿No querrían unirse a nosotros en lugar de cazarlo?".

Los cazadores quedaron tan conmovidos por la fuerza de la amistad y el ambiente lleno de paz que decidieron dejar de cazar. Se unieron a la celebración y prometieron proteger el bosque. Desde ese momento, Caperucita y Lobo hicieron del monte un lugar seguro y hermoso, donde todos podrían vivir juntos en armonía, enseñando a todos que no hay que juzgar a las personas por su apariencia.

Y así, cada noche, cuando miraban las estrellas, sabían que, como ellas, sus sueños eran posibles si mantenían el corazón abierto a la amistad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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