Caperucita y El Lobo Aventurero



En un hermoso pueblo, vivía una niña llamada Caperucita Roja. Todos los días, se ponía su capa roja y partía hacia la casa de su abuela, que vivía al otro lado del bosque. Un día soleado, mientras caminaba por el sendero, se encontró con un lobo curioso que la miraba desde detrás de un árbol.

"Hola, Caperucita. ¿A dónde vas?" - preguntó el lobo con una voz suave.

"Voy a visitar a mi abuela. Llevo una canasta con remedios y un poco de comida para ella" - respondió Caperucita, sin sospechar nada raro.

El lobo, que era un lobo muy juguetón, tuvo una idea.

"¿Por qué no hacemos una carrera? Tú vas por el camino que va a la abuela y yo tomaré un atajo. Quien llegue primero, gana" - propuso el lobo.

Caperucita, emocionada por la competencia, aceptó.

"¡De acuerdo! ¡Que comience la carrera!" - exclamó, y salió corriendo por el sendero.

El lobo, con una sonrisa traviesa, tomó el atajo y llegó rápido a la casa de la abuela. Cuando llegó, se disfrazó de la abuela usando su vestido y gafas grandes. Justo cuando se acomodaba en la cama, Caperucita llegó al hogar de su dulce abuela.

"¡Abuelita, soy Caperucita!" - gritó mientras abría la puerta.

"¡Entra, querida! Estoy tan contenta de verte..." - respondió el lobo, intentando imitar la voz de la abuela.

Caperucita se acercó a la cama, notando que algo en su abuela no estaba bien.

"Abuelita, ¿por qué tienes esos ojos tan grandes?" - preguntó, algo confundida.

"Son para verte mejor, querida..." - dijo el lobo, mientras trataba de disimular.

"¿Y los dientes tan afilados?" - continuó Caperucita, con una ceja levantada.

"Son para comer mejor, por supuesto!" - respondió el lobo, cada vez más nervioso.

En ese momento, Caperucita, a pesar de su juventud, decidió que debía hacer algo.

"Abuelita, voy a abrir la ventana para que entre un poco de aire fresco" - dijo, acercándose.

Justo al abrir la ventana, un cazador que pasaba por allí escuchó algo extraño y decidió investigar.

"¿Qué sucede aquí?" - preguntó el cazador, al ver a Caperucita y al lobo disfrazado.

"¡Es el lobo! Estaba escondiendo a mi abuela!" - exclamó Caperucita.

El cazador, siendo un gran defensor del bosque y sus habitantes, decidió atrapar al lobo para defender a Caperucita.

"¡Atrápalo, Caperucita! ¡No te dejes engañar!" - dijo el cazador mientras se acercaba sigilosamente al lobo.

El lobo, al sentirse acorralado, decidió que era mejor salir corriendo que ser atrapado.

"¡No es justo! Yo solo quería jugar" - gritó el lobo mientras escapaba por la puerta.

Caperucita, viendo que el lobo se alejaba, sintió compasión por él.

"Un momento, cazador. ¡Detenete!" - pidió.

"¿Qué ocurre, Caperucita?" - preguntó el cazador, sorprendido.

"Creo que el lobo solo quería jugar. Tal vez no haya que asustarlo" - sugirió ella.

El cazador se detuvo y pensó. Entonces miró al lobo que se alejaba, confundiéndose entre los arbustos.

"Está bien, Caperucita. Añadamos un poco de amistad a esta historia, en vez de miedo" - dijo el cazador.

Caperucita, decidida a ayudar, salió corriendo tras el lobo.

"Espera, lobo. ¡Vamos a jugar juntos!" - gritó Caperucita.

El lobo se detuvo en seco, giró y, con un brillo de sorpresa en sus ojos, dijo:

"¿De verdad? ¡Me encantaría jugar!"

Desde ese día, Caperucita y el lobo se convirtieron en grandes amigos. Juntos exploraron el bosque, compartiendo juegos y risas, y el lobo entendió que no necesitaba asustar a nadie para divertirse.

El cazador los observó desde lejos, feliz de ver cómo la amistad podía transformar situaciones complicadas en momentos de alegría.

Y así, Caperucita aprendió que a veces, hay que mirar más allá de las apariencias y que la amistad puede surgir en los lugares más inesperados.

FIN.

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