Caperucita y el Lobo Comprensivo



En un bosque muy lejano, vivía un lobo feroz. Todos lo llamaban Lobo, y aunque su aspecto era temible, en el fondo él solo quería tener amigos. Sin embargo, a raíz de su fama de feroz, nadie se acercaba a él. Un día, Lobo vio a Caperucita Roja caminando por el bosque, y dentro de él surgió un anhelo de poder hacer amistad. Pero la única idea que tenía era comérsela, porque pensaba que eso la acercaría a él de alguna manera.

Lobo decidió poner en marcha su plan.

"Hoy me la como", pensó con entusiasmo, "si me como a Caperucita quizás así logro que todos me vean como un lobo increíble."

Así que le salió al encuentro. Cuando Caperucita lo vio, se asustó un poco, pero decidió ser valiente. Era conocida por ayudar a los demás, y no iba a dejar que un lobo la asustara.

"¡Hola!" saludó Caperucita, con una sonrisa, "¿Por qué tan triste, amigo lobo?".

Lobo se sorprendió al escuchar a Caperucita tan amable. No estaba acostumbrado a que alguien le hablara así.

"Soy un lobo y debería comerte, pero... quizás solo busco amistad. Todos me temen porque creen que soy feroz", respondió Lobo, bajando un poco la cabeza.

Caperucita sonrió más ampliamente, "No tienes por qué ser feroz solo porque lo dicen los demás. Lo importante es cómo te sientes y cómo decides actuar”.

Lobo se quedó pensando. Nunca había considerado esa idea.

"¿Tú realmente crees que puedo ser amigo de alguien?" preguntó Lobo, un poco inseguro.

"Por supuesto, pero primero tienes que dejar de pensar en comer a la gente. Tal vez podrías ayudarme en lugar de asustarme", sugirió Caperucita, aún sonriente.

"¿Ayudarte? ¿A qué te refieres?", inquirió el lobo con curiosidad.

"Voy a visitar a mi abuela, que vive al otro lado del bosque. Podrías ser mi protector en este viaje", propuso Caperucita.

Lobo reflexionó por un momento. Ayudar a Caperucita era una idea mucho más interesante que comérsela. Se sintió emocionado por la posibilidad de acompañarla.

"¡Está bien! Seré tu protector", exclamó Lobo, ahora lleno de entusiasmo y valentía.

Y así, juntos comenzaron a caminar hacia la casa de la abuela. En el camino, Caperucita le contó historias sobre su vida, sus sueños y cómo siempre había querido tener un amigo verdadero.

Lobo escuchaba atentamente. Mientras más hablaba Caperucita, más se daba cuenta de lo divertido que era tener compañía. Por primera vez en su vida, Lobo se sintió valorado.

Pero de repente, un grupo de animales del bosque los vio. Estaban asustados y se escondieron cuando Lobo se acercó.

"¡Ay, por favor! No nos comas, Lobo feroz!", gritaron en coro.

Caperucita se preocupó, "No, no! Él no quiere comernos. Lobo es mi amigo!"

Los animales dudaron, pero Caperucita decidió hacer algo.

"Lobo, ¿puedes demostrarles que puedes ser un buen amigo?", le preguntó.

Lobo se sintió retado, pero sabía que quería demostrarlo. Así que con su gran voz, comenzó a hacer cosas divertidas: saltar, bailar y hasta contar chistes. Los animales, poco a poco, comenzaron a reírse.

"Hoy no te comí, en realidad, los hago reír", dijo Lobo, sintiendo una alegría sin igual.

Finalmente, los animales se acercaron.

"Quizás no seas tan feroz después de todo", dijieron un poco recelosos, pero con una sonrisa.

Lobo se sintió feliz. Ya no le importaba ser feroz. Había encontrado nuevos amigos. Al llegar a la casa de la abuela, todos se sintieron bienvenidos.

La abuela, al ver a Caperucita y el lobo, se sorprendió.

"¿Así que este es tu amigo?", preguntó.

"Sí, abuela, Lobo decidió no comerme porque en verdad solo quería un amigo", respondió Caperucita.

La abuela sonrió y les invitó a un té. Desde ese día, Caperucita y Lobo fueron inseparables. Habían descubierto que en lugar de tener miedo, podían ser amigos y ayudarse mutuamente. Y así, el lobo feroz se convirtió en el protector del bosque y en el amigo de todos.

Y desde aquel día, el lobo no fue conocido como el feroz, sino como Lobo el Amigo.

Y colorín Colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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