Caperucita y el Lobo en el Cine
Érase una vez, en un pequeño pueblo, una niña llamada Caperucita. Ella era conocida por su simpática caperuza roja y por su amor a las aventuras. Un día, decidió visitar a su abuela que vivía al otro lado del bosque. Era un hermoso día de sol, y a Caperucita le encantaba respirar el aire fresco mientras caminaba.
Justo cuando estaba a punto de entrar en el bosque, se encontró con su amigo el Lobo, que parecía un poco triste.
"Hola, Lobo, ¿por qué estás tan cabizbajo?" preguntó Caperucita.
"Hola, Caperucita. Es que yo también quiero ir al cine, pero no tengo con quién ir. Nadie quiere acompañarme porque creen que soy un lobo feroz."
Caperucita pensó que eso no estaba bien.
"Pero si tú no eres feroz, además, ¡te invito a que vengas conmigo al cine!"
Los ojos del Lobo brillaron.
"¿De verdad?"
"¡Sí! ¡Vamos juntos!"
Se pusieron en marcha. Durante el camino, se encontraron con los primos de Caperucita, que también estaban yendo al cine.
"¡Hola, primos!" los saludó Caperucita.
"¿A dónde van?" preguntaron ellos.
"Vamos al cine. ¿Quieren venir?"
Al principio, los primos miraron al Lobo con desconfianza.
"¿¡Ese lobo! ? ” -dijo uno de ellos.
"No, no, no se preocupen. ¡Es mi amigo!" explicó Caperucita.
"No pueden rechazar a un amigo" agregó el Lobo con una voz amable.
Los primos se miraron, dudando, pero Caperucita insistió.
"¡Vamos! Será divertido. Además, a veces la gente juzga sin conocer. ¡No podemos dejar que la apariencia decida!"
Finalmente, los primos decidieron unirse al grupo. Caminando, Caperucita le contó historias divertidas y el Lobo, en vez de asustarles, les hizo reír con algunos chistes.
Al llegar al cine, compraron sus entradas y eligieron una película de aventuras. El lugar estaba lleno de risas y alegría. Caperucita y sus amigos se sentaron juntos, disfrutando de la película y de las palomitas.
Pero, a mitad de la película, ocurrió algo inesperado. Las luces se apagaron y la proyección se detuvo. Todo el mundo se quedó en silencio.
"¿Qué pasó?" preguntó uno de los primos.
"No sé, pero parece que hay un problema," dijo Caperucita.
El Lobo, con su espíritu aventurero, dijo:
"Tal vez podamos ayudar.¿Por qué no vamos a preguntar qué pasó?"
"¡Gran idea!" respondió Caperucita.
Los cuatro amigos se levantaron y se dirigieron a la sala de personal. Allí, encontraron a un empleado tratando de arreglar un cable suelto.
"¿Necesitás ayuda?" preguntó Caperucita, valiente y decidida.
"¡Sí! Si pueden sujetar esto mientras yo aprieto un tornillo," respondió el empleado.
Los chicos se pusieron manos a la obra y, gracias a la colaboración de todos, el problema se solucionó. La película pudo continuar, y mientras regresaban a sus asientos, el público aplaudió agradecido.
"¡Lo hicimos!" exclamó un primo.
"¡El cine es mucho mejor cuando ayudamos juntos!" agregó el Lobo.
Al finalizar la función, los amigos se dieron cuenta de que habían formado un lazo más fuerte.
"Gracias por acompañarme, chicos. Te agradezco, Lobo, por no ser el lobo feroz que todos creen que eres!" dijo Caperucita.
"¡Gracias a vos por darme una oportunidad!" respondió el Lobo, feliz de haber hecho nuevos amigos.
Desde entonces, Caperucita, el Lobo y sus primos se convirtieron en grandes amigos. Aprendieron que no hay que juzgar a las personas por su apariencia, y que trabajar juntos puede hacer cualquier aventura más divertida y especial.
Y así, llenos de risas y enseñanzas, regresaron a sus casas, con historias que contar y corazones llenos de alegría. Fin.
FIN.