Caperucita y el Lobo que Amaba la Navidad
Era un soleado día de diciembre en el bosque encantado donde vivía Caperucita Roja. Ella decidía llevarle a su abuelita algunos ricos dulces para celebrar la Navidad. Pero, por el camino, se encontró con un viejo amigo, el Lobo.
"¡Hola, Caperucita! ¿Adónde vas con esa canasta tan llena?" preguntó el Lobo, moviendo su cola peluda.
"¡Hola, Lobo! Voy a casa de mi abuelita a llevarle unos dulces de Navidad. ¿Querés venir conmigo?" respondió Caperucita, pensando que el Lobo podría ayudarla a llevar la canasta.
El Lobo, emocionado por la invitación, aceptó y juntos se pusieron en camino hacia la casa de madera de la abuelita. Sin embargo, a medida que avanzaban, el Lobo se sentía un poco nervioso.
"Caperucita, ¿y qué pasa si tu abuelita se asusta al verme?" dijo el Lobo con un tono preocupado.
"No tienes de qué preocuparte. ¡Tú no eres un lobo malo, sos un amigo! Además, todos queremos celebrar la Navidad. Estoy segura de que le gustarás", le contestó Caperucita con confianza.
Cuando llegaron a la casa de madera, Caperucita golpeó la puerta.
"¡Abuelita! Soy yo, Caperucita, y he traído a un amigo!" dijo entusiasmada. La puerta se abrió lentamente y la abuelita apareció con una sonrisa.
"¡Caperucita! ¡Qué alegría verte! ¿Y quién es tu amiguito?" preguntó la abuela, viendo al Lobo de pie detrás de Caperucita.
"Es el Lobo, pero no tengas miedo. Vino a celebrar la Navidad con nosotros", explicó Caperucita.
"¡Oh, qué lindo! Por favor, pasa, querido Lobo". La abuelita sonrió, mostrando que no tenía miedo. El Lobo se sintió aliviado, pero un poco tímido al entrar.
Dentro de la casa, el ambiente era acogedor. La abuelita tenía un árbol de Navidad decorado con luces brillantes y todas las delicias sobre la mesa.
"¡Huele delicioso!" exclamó el Lobo, mirando los dulces.
"Gracias, querido Lobo. La Navidad es tiempo de compartir. ¿Qué te gustaría probar?"
El Lobo pensó un momento.
"Me gustaría ayudar a hacer más dulces para compartir con los demás animales del bosque", dijo, sonrojándose un poco.
La abuela y Caperucita se miraron con sorpresa, pero luego sonrieron.
"¡Esa es una excelente idea!" respondió la abuela. "Podemos hacer galletas de jengibre y llevárselas a tus amigos."
Juntos, comenzaron a cocinar y a llenar la casa de deliciosos aromas. Mientras hacían galletas, el Lobo habló sobre lo que quería hacer este año:
"Siempre tengo miedo de que los demás animales no me acepten, pero ahora quiero ser parte de la celebración. Quiero ser un buen amigo."
Caperucita lo miró con admiración.
"¡Eso es hermoso, Lobo! La Navidad es un buen momento para cambiar y aprender a ser mejor. Todos nosotros podemos ser amigos y ayudarnos, sin importar lo que digan los demás."
Mientras tanto, el tiempo pasaba y las galletas estaban listas. Llenaron la canasta con dulces y se prepararon para salir.
"¡Abuelita, ¿puedo ir a repartir las galletas con el Lobo?" preguntó Caperucita.
"Por supuesto, querida. Pero cuídense y no hablen con extraños", contestó la abuelita.
Así que, con su canasta en la mano, Caperucita y el Lobo caminaron por el bosque, repartiendo galletas a los animales. Aquella noche, todos se reunieron alrededor del árbol de Navidad, gozando de la compañía y los dulces que habían hecho juntos.
"¡Felices fiestas a todos!" gritó el Lobo con alegría. Se sentía feliz de haber encontrado amigos.
Desde aquel día, el Lobo nunca más sintió que tenía que ser un villano. Comprendió que con un poco de amor y amabilidad, todos podían ser parte de una gran familia. En el bosque, la Navidad se celebraría cada año con más dulces y más amigos.
FIN.