Caperucita y el Puma del Valle



Caperucita Roja era una niña de cabellos rizados y alegres que vivía en una hermosa casita en el campo, rodeada de flores y pastos verdes. Siempre llevaba puesto su traje rojo, que le había hecho su abuela, y le encantaba correr entre las ovejas que cuidaba todos los días. Pero en estos días, una sombra oscura había comenzado a asustar a sus queridos animales.

Cada mañana, al salir al campo, Caperucita se encontraba con el rastro de un puma que había empezado a atacar a las ovejas. Sus amigos, los animales del bosque, le contaron que el puma solo buscaba comida porque estaba hambriento. Caperucita se preocupó mucho por sus ovejas y decidió que algo debía hacer.

"No puedo dejar que el puma siga asustando a mis ovejas" - dijo Caperucita, con determinación. "Tengo que encontrar una solución."

Primero, Caperucita pensó en construir una cerca alrededor del corral, pero sabía que eso no sería suficiente. Entonces recordó a la sabia tortuga Donata, que vivía cerca del arroyo. Quizás ella podría ayudarla.

"Donata, ¿podés ayudarme?" - le preguntó Caperucita cuando la encontró tomando el sol. "El puma está atacando a mis ovejas y necesito una solución."

Donata, con su calma habitual, le respondió: "Caperucita, a veces, la solución no es enfrentar al problema con miedo, sino entenderlo. Podríamos buscar comida para el puma, así él no sentirá la necesidad de acercarse a tu corral."

Caperucita pensó que era una gran idea. Al día siguiente, ella y Donata se pusieron en acción. Reunieron frutas y algunos trozos de carne que le sobraban de la cena. Con una canastita de mimbre, se dirigieron al bosque.

"¿Creés que esto funcionará, Donata?" - preguntó Caperucita, mientras se adentraban entre los árboles.

"Siempre es mejor ofrecer que atacar. Animales como el puma tienen su lugar en la naturaleza, y nosotros debemos aprender a convivir con ellos" - respondió la tortuga.

Caperucita siguió el consejo de Donata y colocó la canasta con comida un poco alejada de su corral. Desde ese día, el puma comenzó a alimentarse de la comida que le ofrecía y, poco a poco, se alejó de las ovejas.

Sin embargo, un día, al ir a revisar la canasta, se dio cuenta de que el puma no aparecía.

"Donata, el puma no vino hoy, y eso me preocupa. ¿No estará lastimado?" - le dijo Caperucita, apenada.

"Quizás lo que necesita es que lo encontremos y le hagamos saber que no queremos hacerle daño. Vamos a buscarlo."

Caperucita y Donata comenzaron a explorar el bosque, hasta que encontraron al puma acostado bajo un árbol, luciendo muy débil.

"¡Oh, no! Pobrecito, parece que no tiene fuerzas para moverse" - exclamó Caperucita.

"Debemos ayudarlo, Caperucita. A veces, la naturaleza necesita nuestra ayuda y no solo miedo" – dijo Donata.

Ambas se acercaron lentamente, sin asustar al puma. Caperucita sacó un poco de carne de su canasta y la dejó cerca del puma.

"Aquí tienes, amigo. Es para vos."

Para su sorpresa, el puma olfateó la comida y, tras unos momentos, se acercó con cuidado. Con la comida y el cariño de Caperucita, recuperó fuerzas y salió de su letargo.

"Gracias, pequeña" - dijo el puma con voz profunda. "No esperaba encontrar bondad en un ser humano. Voila, no volveré a asustar a tus ovejas, prometo encontrar mi propia comida."

Desde ese día, Caperucita y el puma forjaron una extraña pero hermosa amistad. El puma nunca volvió a atacar las ovejas y, en cambio, se convirtió en un guardián del campo. Caperucita, por su parte, aprendió a entender que a veces, el miedo puede crear situaciones peligrosas, pero la comprensión y la bondad pueden transformar incluso a los seres más temidos.

Así, Caperucita siguió cuidando de sus ovejas, siempre con su traje rojo y una sonrisa, sabiendo que en la vida, a veces, hay que ofrecer un poco de amor para encontrar paz y amistad.

FIN.

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