Caperucita y el Tiburón Amistoso



Era un hermoso día de sol en la playa de Brasil. La arena brillaba dorada y el mar invitaba a jugar. Caperucita Roja, que ahora era simplemente Caperucita, decidió que era un excelente momento para disfrutar y relajarse. Llevaba una canasta llena de deliciosos pasteles para compartir. Justo cuando se acercaba a la orilla, vio algo asomarse en el agua. Era un tiburón. No un tiburón feroz, sino uno que se veía curioso y un poco tímido.

"¡Hola! No te asustes, soy Caperucita", saludó ella, agachándose para acercarse un poco.

El tiburón levantó su aleta como si saludara.

"Hola, Caperucita. Soy Tibo, el tiburón. No me asusta la gente, pero rara vez hablo con humanos. Tengo un poquito de miedo de lo que pueden pensar de mí".

Caperucita sonrió, comprendiendo que a veces la apariencia puede engañar a las personas.

"No tienes que tener miedo, Tibo. Los tiburones son tan importantes como cualquier otro ser en el mar. ¡Además, traigo pasteles! ¿Quieres probar uno?".

Tibo se acercó a la orilla, y aunque el agua le llegaba hasta la aleta, salió un poco para mirar a Caperucita más de cerca.

"¿Pasteles? No estoy seguro... No sé si a mí me gustarán".

"Solo prueba, y si no te gusta, siempre puedes devolverme la mitad".

Tibo aceptó con una sonrisa, y Caperucita le ofreció un pastelito de chocolate. El tiburón dio un pequeño bocado. Sus ojos se iluminaron.

"¡Es delicioso! Nunca antes probé algo así. ¿Por qué tus pasteles son tan especiales?".

"Porque están hechos con amor y amistad, eso siempre les da un sabor increíble".

Los dos comenzaron a charlar, compartiendo historias de sus vidas. Caperucita le contó sobre sus paseos por el bosque y todas las aventuras que había tenido.

"Y cada vez que veo a una sombra, tengo que recordar que no todos los que parecen peligrosos lo son realmente".

Tibo se rió como un niño.

"Eso me recuerda a mí. Muchos piensan que soy peligroso solo por cómo me veo. Pero en realidad, me encanta ayudar a los peces pequeños y jugar en las olas".

"¡Eso es increíble!".

Pasaron toda la tarde compartiendo pasteles y risas. Sin embargo, la diversión fue interrumpida cuando una nube oscura cubrió el sol. De repente, el clima cambió, el viento comenzó a soplar con fuerza y pequeñas olas comenzaron a chocar contra la orilla.

"¡Caperucita! Parece que se viene una tormenta. Necesito volver al agua", dijo Tibo, un poco preocupado.

"Es verdad. Pero no quiero que te preocupes. ¿Cómo puedo ayudarte?".

"¡Sigue mi ejemplo! Hay que nadar rápido, hacia las profundidades, ahí estaré a salvo".

Caperucita miró hacia el horizonte y, por un momento, sintió miedo. Pero al ver la confianza en los ojos de Tibo, decidió seguirlo.

"¡Está bien! Nadaré contigo hasta donde te sientas seguro".

Aunque no era buena nadando, Caperucita se adentró un poco en el agua. Tibo fue su guía. Juntos, movían las manos y los pies, haciendo olas por donde pasaban. Cuando llegaron a un lugar más seguro, se quedó mirando mientras la tormenta pasaba.

"¡Lo hicimos, Tibo! No tenía idea de que nadar podría ser tan divertido".

"Y no tenía idea de que tener una amiga como vos podría ser tan importante, Caperucita. Gracias por no tener miedo".

La tormenta se disolvió, y la playa volvió a su belleza original. Se despidieron prometiendo encontrarse cada vez que Caperucita viniera a Brasil.

"Siempre estaré aquí, lista para compartir mis pasteles contigo".

"Y siempre estaré esperando, Caperucita. ¡Hasta la próxima!".

Caperucita sonrió mientras caminaba de regreso a la playa, sintiéndose afortunada por haber hecho un amigo tan especial. A veces, lo más valioso que podemos hacer es mirar más allá de las apariencias y brindarnos una oportunidad de conocer a los demás.

Desde entonces, Caperucita siguió yendo a la playa, sabiendo que cada visita podía llevar a una nueva aventura y una amistad sincera, incluso con un tiburón.

Y así, Caperucita y Tibo aprendieron que la amistad no tiene límites, ni por la apariencia ni por el lugar en que se encuentre. Juntos demostraron que hay que ser valiente, abrirse a nuevas experiencias y sobre todo, disfrutar de la vida con alegría y generosidad.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!