Caperucita y la Aventura del Bosque Mágico



Caperucita Roja decidía salir a visitar a su abuela, pero esta vez tenía un plan diferente. Estaba decidida a encontrarse con algunos viejos amigos que vivían en el bosque. Con su cestita llena de deliciosos bocadillos, partida se fue.

Apenas entró al bosque, se encontró con los tres cerditos.

- ¡Hola, Caperucita! - saludó el cerdito más pequeño, que tenía su casa de paja. - ¿A dónde vas tan alegre?

- ¡Hola, amigos! - respondió Caperucita. - Voy a visitar a mi abuela, pero quería pasar a verlos primero. ¿Cómo están?

- ¡Estamos muy bien! - dijo el segundo cerdito, que había construido su casa de madera. - Pero estamos un poco preocupados por el lobo que merodea por aquí.

- No te preocupes, la última vez vi al lobo y le hablé directamente - dijo Caperucita con confianza - tal vez podamos convencerlo para que sea amigo nuestro.

Los cerditos se sorprendieron, pero la curiosidad les ganó. Así que decidieron acompañar a Caperucita mientras se dirigían a su casa.

En el camino, se encontraron con los siete cabritos, que jugaban cerca de un arroyo.

- ¡Hola, Caperucita! - gritaron todos al unísono. - ¿Vas a la casa de tu abuela?

- Sí, pero primero voy a hablar con el lobo. ¿Quieren venir?

Los cabritos se miraron entre sí, algo asustados.

- ¿El lobo? - preguntó uno de ellos con voz temblorosa. - ¿Seguro que está bien?

- ¡Claro! - dijo Caperucita animándolos. - Quizás no sea tan malo como parece. Vamos todos juntos, siempre es más divertido.

Así, el grupo se dirigió hacia el territorio del lobo, valientes y decididos. Cuando llegaron, encontraron al lobo tomando el sol en la entrada de su cueva.

- ¡Oh, aquí vienen los tres cerditos y la famosa Caperucita Roja! - dijo el lobo con una sonrisa burlona. - ¿Vienen a darme cena?

- No, ¡venimos a hablar! - respondió Caperucita, sorprendiendo al lobo. - Queremos que seas nuestro amigo.

- ¿Amigo? - dijo el lobo, frunciendo el ceño. - ¿Por qué querrían eso? Soy un lobo feroz.

- ¡Todo es cuestión de perspectiva! - dijo uno de los cabritos. - A veces los que parecen feroces solo están solos y buscan compañía.

El lobo se quedó en silencio, asombrado por lo que escuchaba.

- Nunca pensé en eso - dijo finalmente, mirando al grupo de amigos. - Todos me temen. Quizás... quizás podría intentarlo.

Los cerditos, Caperucita y los cabritos sonrieron al escuchar esto.

- ¡Eso es genial! - exclamó el cerdito de paja. - Todos merecen una oportunidad.

Decidieron hacer una gran merienda juntos para celebrar la nueva amistad. Mientras comían, el lobo comenzó a cantar, algo que nunca había hecho antes. Al principio, lo hizo tímidamente, pero con el apoyo de sus nuevos amigos, se volvió más seguro.

- ¡Nunca imaginé que podrías cantar tan bien! - se rió uno de los cabritos, disfrutando del momento.

La tarde pasó volando entre risas, canciones y juegos. El lobo se sentía querido por primera vez en mucho tiempo.

Cuando Caperucita se despidió para seguir su camino hacia la casa de su abuela, se miraron entre ellos, el lobo y los demás.

- Cuanto más compartimos, más paz hay entre nosotros - dijo el lobo.

- ¡Así es! - gritaron todos, sintiéndose parte de una gran familia.

A partir de ese día, el lobo fue conocido no solo como un lobo, sino como un amigo valiente y divertido. Y Caperucita, los cerditos, los cabritos, y el lobo compartieron aventuras, aprendiendo que la verdadera amistad puede surgir de los lugares más inesperados.

FIN.

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