Caperucita y los Marcianitos Divertidos



Era una hermosa mañana en el bosque, y Caperucita Roja, una niña de cabello rizado y una sonrisa siempre alegre, se encaminaba hacia la casa de su abuela. En su canasta llevaba galletitas recién horneadas y un frasco de mermelada de frutillas. No podía esperar para compartirlo con su querida abuela.

Caperucita llegó a la casa, pero notó algo extraño. "¿Abuela?" - llamó, pero no recibió respuesta. La puerta estaba cerrada con llave. Confundida, Caperucita decidió esperar. Mientras tanto, en el bolsillo de la abuela, dos pequeños marcianitos verdes, llamados Tiki y Miki, estaban en una aventura.

"Miki, creo que olvidé las llaves en la casa de Caperucita" - dijo Tiki con un tono preocupación.

"¿Qué vamos a hacer ahora?" - preguntó Miki, inquieto.

Los dos marcianitos eran curiosos y traviesos, pero tenían buenos corazones. Decidieron salir de su escondite. "Vamos a ayudar a Caperucita" - dijo Tiki. Así que, sin pensarlo dos veces, Tiki empujó la puerta de la casa de la abuela que, sorprendentemente, se abrió.

"¡Sorpresa!" - exclamaron los marcianos, mientras Caperucita se encontraba frente a ellos tan asombrada que olvidó que tenía que entrar. "¿Quiénes son ustedes?" - preguntó, con ojos muy abiertos.

"Nosotros somos Tiki y Miki, de Marte. Vinimos a ayudar a tu abuela. Pero... le hemos sacado las llaves del bolsillo y ahora no podemos salir de aquí" - dijo Miki, un poco avergonzado.

Caperucita pensó que era muy raro, pero decidió que no podía dejar a sus nuevos amigos atrapados. "Está bien, vamos a buscar las llaves juntos" - propuso.

Los tres se pusieron a buscar las llaves por la casa. Miraron debajo de la mesa, en el jardín, y hasta en la despensa, pero no había rastro de las llaves.

"Esto es un desastre, ¡no voy a poder entregar mis galletitas!" - se lamentó Caperucita.

Tiki, que observaba atentamente, tuvo una idea. "¿Y si usamos nuestros poderes para buscarlas?" - sugirió. Ambos marcianitos podían hacer cosas sorprendentes, como volar y desaparecer. Caperucita se emocionó. "¡Hagámoslo!" - gritó.

En un abrir y cerrar de ojos, los dos pequeños marcianos comenzaron a volar por la casa, revisando cada rincón. "¡Aquí están!" - gritó Miki, mientras señalaba las llaves que estaban colgadas de una planta decorativa en la pared, que la abuela había olvidado mover.

Con un movimiento de sus pequeñas manitas, Tiki hizo que las llaves volaran hasta Caperucita. "¡Ahora podemos abrir la puerta!" - exclamó ella emocionada.

Caperucita corrió hacia la puerta, utilizó la llave y, de pronto, la abuela apareció en el pasillo con una gran sonrisa.

"¡Caperucita, querida!" - dijo la abuela, sorprendida al ver a dos marcianitos en la sala. "¿Qué hacen ustedes aquí?"

"Los ayudamos a encontrar las llaves, abuela" - explicó Caperucita.

"Sí, sin nosotros, te quedarías afuera toda la mañana" - añadió Miki, muy orgulloso.

La abuela rió y abrazó a Caperucita y a los marcianitos.

"¡Todo el mundo tiene un lugar en mi casa!" - dijo la abuela.

Así, la abuela invitó a Tiki y Miki a quedarse y disfrutar de las galletitas. Se sentaron todos juntos a la mesa, riendo y compartiendo historias. Caperucita aprendió que a veces, la ayuda viene de los lugares más inesperados, y que cuidar de los demás nos acerca a nuevas y maravillosas amistades.

Desde entonces, cada vez que Caperucita encontraba algo perdido, siempre recordaba la aventura con sus amigos marcianos, quienes regresaron a Marte para continuar explorando, pero prometieron volver cada vez que hubiera más dulces en la casa de la abuela.

Y así, la casa de la abuela nunca volvió a ser la misma, llena de risas, dulces y una increíble amistad intergaláctica.

FIN.

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