Carla y el camino hacia la valentía


en una hermosa mañana de primavera. Los primeros rayos de sol se colaban por la ventana, iluminando la habitación de Carla y despertándola con su cálido brillo. Carla abrió los ojos y se estiró en su cama.

Miró a su alrededor y vio que ya no era un bebé, sino una niña grande. Se levantó emocionada y decidió que hoy sería el día en que haría las cosas sola.

Bajó corriendo las escaleras hacia la cocina, donde encontró a su mamá preparando el desayuno. - ¡Mamá! - exclamó Carla con entusiasmo -. Hoy quiero hacer todo por mí misma. La mamá miró a Carla con sorpresa y preocupación.

Sabía lo independiente que quería ser su hija, pero también sabía que aún era muy pequeña para hacer ciertas cosas sola. - Carla, cariño - dijo su mamá -, todavía eres muy pequeña para hacer algunas actividades sin ayuda.

Pero estoy segura de que hay muchas cosas que puedes hacer por ti misma. Carla frunció el ceño y cruzó los brazos sobre el pecho. - ¡No soy pequeña! - protestó -. Mira cómo puedo vestirme sola y cepillarme los dientes sin ayuda.

La mamá sonrió y asintió orgullosa ante las habilidades de Carla para vestirse correctamente y cuidar de su higiene personal. - Tienes razón, Carla - dijo la mamá -, eres muy capaz en esas tareas.

Pero hay otras actividades más peligrosas o complicadas en las cuales necesitas mi ayuda por ahora. Carla suspiró y se sentó en una silla junto a su mamá.

La mamá le explicó que, aunque Carla quería hacer todo por sí misma, había cosas con las que aún necesitaba paciencia y tiempo para aprender. - Hay momentos en los que necesitas mi ayuda porque soy tu mamá y estoy aquí para protegerte - le dijo su mamá -.

Pero también quiero animarte a seguir aprendiendo y creciendo. Poco a poco irás adquiriendo más habilidades y responsabilidades. Carla reflexionó sobre las palabras de su mamá. Aunque estaba ansiosa por ser independiente, entendió que necesitaba aprender paso a paso.

Los días pasaron y Carla siguió demostrando cada vez más habilidades. Aprendió a abrocharse los zapatos, a reagarrar sus juguetes después de jugar y hasta aprendió algunos números y letras.

Un día, mientras Carla estaba jugando en el jardín, vio una mariposa posada en una flor. Se acercó con cuidado para observarla de cerca. - Mamá, mira qué bonita es esta mariposa - exclamó Carla emocionada -. ¿Puedo atraparla? La mamá sonrió ante la curiosidad de su hija.

- Claro que puedes intentarlo, pero ten cuidado de no lastimarla - respondió la mamá. Carla extendió sus manos lentamente hacia la mariposa e hizo un movimiento rápido para atraparla. Sin embargo, la mariposa voló justo antes de llegar a sus manos.

Carla se sintió frustrada al ver cómo se escapaba entre sus dedos. - No puedo hacerlo sola - murmuró desanimada -, siempre fallo cuando intento algo nuevo. La mamá se acercó a Carla y la abrazó cariñosamente.

- No te desanimes, Carla - le dijo su mamá con ternura -. A veces las cosas no salen como esperamos, pero eso no significa que no puedas hacerlas. Solo necesitas seguir intentándolo y aprender de cada experiencia.

Carla asintió con tristeza pero decidió que no se rendiría. Siguió practicando atrapar mariposas en el jardín, con la ayuda de su mamá. Poco a poco, Carla fue mejorando su técnica y finalmente logró atrapar una mariposa entre sus manos.

Su rostro se iluminó de alegría y corrió hacia su mamá para mostrarle su logro. - ¡Mamá, lo hice! - exclamó Carla emocionada -. Atrapé una mariposa por mí misma. La mamá aplaudió orgullosa y abrazó a Carla fuertemente.

- Estoy muy orgullosa de ti, mi valiente niña - expresó la mamá -, nunca dejaste de intentarlo y ahora has conseguido tu objetivo. Eres capaz de hacer muchas cosas por ti misma si tienes paciencia y perseverancia.

Desde ese día, Carla entendió que aunque aún necesitaba ayuda en algunas cosas, podía confiar en sí misma para enfrentar nuevos desafíos.

Poco a poco, fue ganando más confianza en sus habilidades y aprendió que el camino hacia la independencia estaba lleno de pequeñas victorias y grandes aprendizajes.

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