Carlitos y el Valor de Ser Uno Mismo



Carlitos un niño muy tímido, siempre trataba de pasar desapercibido en la escuela. Tenía un cabello alborotado y unas grandes gafas que le daban un aire peculiar. Todos los días, llegaba al colegio con su mochila llena de libros sobre aventuras y un cuaderno donde dibujaba sus héroes favoritos.

Sin embargo, a Carlitos no le gustaba ir a la escuela. Los chicos de su grupo siempre se reían de él y lo molestaban.

"¿Por qué siempre mirás a otro lado, Carlitos?" - le decía Tomi, el más grande del grupo.

"¡No tenés amigos! ¡Nadie quiere jugar con vos!" - se sumaba Lila, imitando a los demás.

Carlitos se encogía en su silla y solo asentía, pero por dentro deseaba ser diferente, deseaba ser como los héroes de sus dibujos. Cada día, al volver a casa, dejaba que estas palabras se amontonaran en su pecho y le hacían sentir más pequeño.

Un día, en la clase de Arte, la profesora, la señora Paula, les pidió que hicieran una presentación sobre un héroe. Carlitos, emocionado, decidió dibujar a su héroe favorito: un valiente aventurero que nunca se rendía. Mientras sus compañeros hablaban de sus héroes, Carlitos sintió una chispa de valentía encenderse dentro de él.

"Mi héroe se llama Maximiliano, y siempre ayuda a los demás, además tiene una gran imaginación" - se animó a hablar, mientras exponía su dibujo. La sala se quedó en silencio.

"¿Maximiliano? ¡Qué nombre más raro!" - se carcajeó Tomi. Pero Carlitos, esta vez, no se dejó influenciar.

"¡Maximiliano atraviesa océanos y enfrenta dragones! Es valiente, como yo, sólo que en mi mente" - dijo, mientras su voz se solidificaba. Su corazón latía con fuerza mientras sentía a sus compañeros inquietarse por su respuesta.

La señora Paula sonrió, y con una voz suave le dijo:

"Eso está buenísimo, Carlitos. Todos tenemos un héroe en nuestro interior. A veces, sólo debemos hacerlo brillar. ¿Cuántos de ustedes creen que Carlitos es valiente?"

Algunos chicos comenzaron a aplaudir, desconcertados, mientras otros murmullaban entre sí. Sin embargo, había una niña entre el público, llamada Eva, que se levantó y dijo:

"A mí me gusta su héroe. Es un aventurero de verdad."

Esto sorprendió a todos, incluidos Carlitos y Tomi. Al darse cuenta de que no estaba solo, una pequeña luz de confianza brotó dentro de él. La presentación sobre su héroe lo motivó a ser más que un niño tímido.

Poco a poco, a medida que pasaban las semanas, Carlitos comenzó a ser más participativo en clase. Después de recibir apoyo de la profesora y la empatía de algunos compañeros, decidió hacer algo que cambiaría su percepción.

Organizó un torneo de videojuegos y lo invitó a todos. Aunque al principio tuvo miedo de que lo ridicularizaran, se armó de valor y dio el siguiente paso.

"¡Los invito a jugar conmigo! Habrá premios y muchas sorpresas. ¡Vengan!"

Día del torneo, cuando todos llegaron, incluso Tomi, Carlitos se sintió muy nervioso. Pero a medida que los chicos comenzaron a disfrutar y jugar, la atmósfera cambió. Las risas y las competiciones hicieron que todos se unieran, y Tomi, al ver el entusiasmo de los demás, se acercó a Carlitos y le dijo:

"Che, no está tan mal esto. Buen trabajo, Carlitos."

Esa pequeña frase significó el mundo para Carlitos. Por primera vez, sintió que podía brillar, ser él mismo, y que sus compañeros podían respetarlo por su singularidad. Con el tiempo, sus dibujos y su valentía se convirtieron en algo admirado por sus amigos. Ya no se reían de sus pasiones, todo lo contrario, querían que compartiera más de sus aventuras imaginarias.

Al final del año escolar, he aquí que los compañeros de clase eligieron a Carlitos como el “Compinche del Año” por ser quien había unido a todos a través de su creatividad y coraje. Ese día, sintió que era, más que nunca, un verdadero aventurero, justo como su héroe Maximiliano.

Desde entonces, Carlitos entendió que ser diferente es lo que nos hace especiales y que a veces un acto de valentía puede abrir puertas inesperadas a la amistad y la confianza. Y lo más importante, aprendió que lo que importa es ser uno mismo, sin miedos ni vergüenzas.

FIN.

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