Carlitos y su gran aventura en la piscina



Carlitos era un niño valiente y curioso, pero había algo que le daba mucho miedo: la piscina. Cada vez que su mamá le decía que era hora de nadar, él se ponía a llorar y gritaba: "¡Mamá, no puedo! ¡No quiero!"- Su mamá siempre lo abrazaba y le decía: "No te preocupes, Carlitos, todo estará bien, yo estaré contigo"-.

Un día, llegó a la escuela una nueva maestra, la señora Lisbia Navarro, quien traía consigo un aire fresco y diferente. Cuando hizo su presentación, todos los niños la escucharon con atención. La señora Navarro les explicó que el primer día no tendrían que entrar a la piscina, podían conocerla desde afuera y hacer otras actividades en la clase. Carlitos sintió un alivio enorme y se animó a escucharla.

"Hoy vamos a aprender sobre el agua y la natación sin necesidad de meternos al agua, ¿les parece?"- preguntó la señora Navarro con una sonrisa.

Los niños comenzaron a aplaudir, incluidos Carlitos. Así que ese día se dedicaron a jugar con pelotas, aprender sobre los diferentes tipos de agua y hasta dibujar lo que sentían al mirar la piscina.

En la segunda clase, la señora Navarro dijo: "Hoy vamos a darnos una ducha, y les enseñaré a respirar por la boca y por la nariz, como los peces en el agua"-. Carlitos, que había estado pensativo, comenzó a imaginar cómo sería nadar.

"¿De verdad, señora?"- preguntó, intrigado. "¿Puedo aprender a ser como un pez?"-

"Así es, Carlitos. Todos podemos aprender si nos lo proponemos"- respondió ella con confianza.

El momento de la ducha llegó y, aunque al principio se sintió incómodo, Carlitos prestó atención a las instrucciones. La señora Navarro los guió a través de un ejercicio de respiración. "Inhalen por la nariz y exhalen por la boca. ¡Es como cuando nadamos!"- dijo emocionada. Carlitos se concentró y, aunque le costó un poco, logró hacerlo.

Luego de unas semanas de juegos y ejercicios, la señora Navarro anunció una gran sorpresa: "¡Mañana vamos a nadar en la piscina! Pero aquellos que no se sientan listos pueden observar"-.

Carlitos dudó, pero se dio cuenta de que ya no sentía tanto miedo. Cuando llegó el día, decidió que intentaría entrar a la piscina, por más pequeño que fuera ese paso. Al llegar, vio el agua brillante bajo el sol y se paró junto a sus compañeros.

"¡Miren, se ve muy divertido!"- dijo una niña mientras se zambullía. Carlitos sintió un cosquilleo en su estómago pero quería intentarlo. Con un poco de miedo pero también con mucho valor, se acercó al borde de la piscina.

"¿Y si me agarro de la orilla?"- pensó en voz alta. La señora Navarro lo escuchó y le sonrió.

"¡Exactamente, Carlitos! Puedes hacerlo a tu propio ritmo. Aquí todos estamos para apoyarte"- le dijo, y eso le dio confianza.

Respirando hondo, Carlitos metió un pie en el agua. "¡Es fría!"- exclamó, pero rápidamente se sintió más cómodo. Un par de compañeros lo animaron, y poco a poco se fue metiendo más. Luego, se paró de rodillas en el borde y se lanzó con un pequeño salto.

"¡Sí, lo hice!"- gritó, y sus amigos lo aplaudieron desde la orilla.

Esa fue la primera vez que Carlitos se sintió libre en el agua. Jugó, chapoteó y hasta se atrevió a bucear por unos segundos. Cuando salió de la piscina, su cara estaba iluminada de felicidad. "¡Lo logré!"- dijo.

La señora Navarro se acercó a él, "Te felicito, Carlitos. Hoy has dado un gran paso y estoy muy orgullosa de ti"-.

Desde ese día, el miedo de Carlitos era cosa del pasado. Aprendió que enfrentar sus temores con valentía lo había llevado a una nueva aventura llena de risas y juegos. Y siempre recordará la sonrisa de la señora Navarro y el apoyo de sus compañeros.

Así, Carlitos ya no solo era un niño curioso, sino también un gran nadador en su colegio, ¡listo para cualquier nuevo desafío que la vida le presentara!

FIN.

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