Carlos y el Poder de la Amistad



Era un día soleado en el parque del barrio. Camila, una niña curiosa y llena de energía, estaba jugando en los columpios cuando de repente un gran perro comenzó a perseguirla. Aunque el perro solo quería jugar, Camila se asustó y salió corriendo en dirección contraria. Sin embargo, se tropezó con una piedra y cayó al suelo. ¡Oh no! Se encontraba en peligro.

Mientras tanto, su amigo Carlos se estaba acercando al parque volando en su skate volador, un regalo especial de su abuela que le daba la habilidad de volar. Cuando vio a Camila en el suelo y el perro acercándose, supo que debía actuar rápido.

"¡Camila! ¡No te preocupes! ¡Ya voy!" exclamó Carlos, levantando el puño en señal de determinación.

Carlos comenzó a descender suavemente. A medida que se acercaba, utilizó su poder de supervelocidad para llegar a ella en cuestión de segundos. Cuando llegó, Carlos se agachó y le preguntó:

"¿Estás bien, Camila?"

"¡Estoy asustada! ¡Ese perro no para de ladrar!" respondió Camila, mientras se frotaba la rodilla.

Carlos miró al perro, que en realidad solo quería jugar. Con su poder de superinteligencia, ideó un plan.

"Escuchame, Camila. No te asustes. Voy a hablar con él y hacer que se aleje. ¿Está bien?"

Cruzando los dedos, Carlos se acercó al perro y, haciendo una mueca graciosa, le dijo:

"¡Ey, amigo! ¿Vos solo querés jugar, cierto?"

El perro movió la cola y dejó de ladrar. Carlos sonrió y se volvió hacia Camila.

"¡Mirá! Solo quiere ser tu amigo. A veces, los miedos son peores de lo que parecen."

Camila, aunque aún un poco temerosa, observó al perro con más atención.

"¿De verdad crees que solo quiere jugar?" preguntó, con un tono dudoso.

"Sí, vení. Te voy a mostrar cómo se hace." Carlos se arrodilló y extendió su mano hacia el perro. Para sorpresa de Camila, el perro se acercó y lamió su mano.

"¡Mirá! ¡Es un buen chico!" dijo Carlos con alegría.

Camila se comenzó a reír, y el miedo que tenía se desvanecía poco a poco.

"¡Hola, perrito!" saludó.

En ese momento, Camila decidió que quería jugar también. Se levantó, acarició al perro y comenzó a saltar de alegría. Carlos también se unió a la diversión, y juntos arrojaron un frisbee para que el perro lo atrapara.

Fue un rato de diversión y amistad. Pero de repente, la pelota con la que estaban jugando se fue rodando hacia un pequeño arroyo cercano. Camila miró a Carlos, con un brillo en sus ojos.

"¡Yo solo quiero recuperar la pelota!"

Carlos sabía que el arroyo tenía un pequeño salto y el agua corría rápido, así que frenó su entusiasmo.

"No podemos ir hasta allí. Puede ser peligroso, pero tengo un plan. Voy a usar mi poder para crear un puente. ¡Mirá!"

Carlos levantó los brazos y, con su poder de telequinesis, hizo que unas ramas y hojas volaran hasta formar un sólido puente hasta la pelota.

"¡Esto es impresionante! ¡Sos un genio, Carlos!" dijo Camila, asombrada.

Carlos sonrió modestamente.

"No es solo mí mérito. Juntos siempre podemos encontrar una solución. ¡Voy a ir a buscarla!"

Carlos cruzó el puente con cuidado. Cuando llegó a la pelota, se giró y gritó:

"¡Lo logré! ¡La tengo!"

Pero justo cuando iba a volver, una rama crujió y Carlos perdió el equilibrio. Camila gritó:

"¡Carlos!"

Rápidamente, usando toda su fuerza, Carlos voló de regreso al puente y con un salto se aterrizó sanamente en el lado de Camila.

Ambos se rieron y celebraron.

"¡Lo hiciste, Carlos!"

"No me iría sin ti, siempre debemos cuidar el uno del otro. Las aventuras son mucho más divertidas si estamos juntos", respondió Carlos.

Y así, desde ese día, Camila y Carlos aprendieron que no solo los superpoderes son útiles, sino que la valentía y la amistad siempre pueden ayudarnos a superar los miedos y desafíos de la vida. Y sobre todo, que lo más importante es estar siempre ahí el uno para el otro. Fin.

FIN.

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