Carlos y el secreto del mar



Había una vez en un pequeño pueblo costero de Argentina, un niño llamado Carlos. Desde que era muy chico, su pasión eran los carritos a control remoto.

Pasaba horas y horas corriendo por las calles del vecindario con sus amigos, compitiendo y divirtiéndose. Un día soleado de verano, la maestra de Carlos les propuso a todos los niños de la escuela hacer una excursión al mar.

A pesar de que Carlos nunca había ido al mar antes, estaba emocionado por la idea. Esa misma tarde, subieron al micro escolar y partieron rumbo a la playa. Al llegar, Carlos quedó maravillado al ver el inmenso océano extendiéndose frente a él.

El sonido de las olas rompiendo en la orilla lo hipnotizaba y el olor a salitre invadía sus sentidos. No podía creer lo hermoso que era. - ¡Miren eso! ¡Es enorme! -exclamó Carlos señalando el mar mientras corría hacia la orilla.

Los otros niños se rieron ante su entusiasmo y lo siguieron para jugar en la arena y mojarse los pies en el agua. Sin embargo, Carlos no podía apartar la mirada del horizonte azul infinito.

Esa noche, mientras cenaban pescado frito en un restaurante cerca de la playa, Carlos le dijo a su mamá:- Mamá, quiero ser marinero cuando sea grande. Quiero navegar por ese mar tan grande y descubrir lugares nuevos. Su mamá sonrió cariñosamente y acarició su cabeza.

- ¡Claro que sí, hijo! Si eso es lo que quieres hacer, te apoyaremos en todo lo que necesites. A partir de ese día, algo cambió dentro de Carlos. Ya no jugaba tanto con sus carritos como solía hacerlo.

Ahora prefería construir barcos con palitos de helado o leer libros sobre navegación y aventuras en alta mar. Con el tiempo, cada vez que tenía oportunidad iba a visitar el mar.

Se sentaba en la orilla contemplando las olas y soñando despierto con todas las historias que aquel vasto océano guardaba entre sus aguas.

Un día, cuando ya era un joven adolescente decidido a cumplir su sueño de ser marinero, recibió una carta inesperada: había sido aceptado en una prestigiosa escuela náutica donde podría formarse para convertirse en capitán de barco. Carlos no podía creerlo; estaba emocionado más allá de las palabras.

Sin dudarlo un segundo, tomó su maleta llena de sueños e ilusiones y partió hacia su nueva vida llena de desafíos y aprendizajes. Los años pasaron rápido para Carlos quien se convirtió finalmente en capitán tal como siempre soñó.

Viajó por diferentes mares del mundo llevando consigo no solo cargamentos sino también esperanza e inspiración para todos aquellos que como él alguna vez miraron al horizonte anhelando descubrir qué había más allá.

Y así fue como aquel niño que jugaba con carritos encontró su verdadera pasión gracias al encuentro con el mar; un encuentro que transformó su vida para siempre haciéndolo sentir libre como las gaviotas surcando los cielos infinitos del océano azul.

FIN.

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