Carlos y la Fiesta del Bosque



Érase una vez un niño llamado Carlos que vivía en un hermoso campo, rodeado de árboles altos y flores de mil colores. Su mayor alegría era jugar con su balón, que siempre llevaba consigo para patearlo entre los árboles. Era un niño feliz, pero a veces se sentía solo.

Un día, mientras estaba en su mundo de juegos, cuatro chicos pasaron cerca de allí. Eran Iván, Miguel, Javier y David, que habían ido al bosque a celebrar el cumpleaños de Iván.

- ¡Mirá! -dijo Miguel, señalando a Carlos- Ese chico juega solo con su balón.

- ¿Por qué no lo invitamos a la fiesta? -propuso Javier. - Tal vez le gustaría jugar con nosotros.

David, que siempre fue el más aventurero del grupo, se acercó a Carlos.

- ¡Hola! ¿Querés jugar con nosotros? Estamos celebrando el cumpleaños de Iván.

Carlos, sorprendido, dejó de patear su balón y miró a los cuatro chicos.

- ¡Hola! Claro, me encantaría, pero yo no tengo regalos para la fiesta.

- No necesitas un regalo -dijo Iván con una sonrisa-, solo ven a divertirnos. La diversión es lo que importa.

Carlos sonrió. Nunca había sido parte de una fiesta. Juntos, fueron al claro del bosque donde habían preparado todo para el cumpleaños. Había globos de colores, una mesa llena de golosinas y un gran pastel. Pero lo que más emocionaba a Carlos era que había otros chicos con quienes jugar.

Mientras compartían el delicioso pastel y se reían, Carlos sintió que la soledad se desvanecía. Sin embargo, al poco tiempo, notó que los chicos querían jugar un juego de equipo, pero no tenían muchas ideas.

- ¿Qué tal si hacemos un partido de fútbol? -sugirió Carlos, emocionado.

Los otros chicos miraron a Carlos con interés.

- ¡Eso suena genial! -dijo Miguel- Pero no tenemos una cancha.

Carlos iluminó su rostro y dijo:

- ¡El bosque puede ser nuestra cancha! Solo necesitamos marcar las líneas con las ramas y buscar dos árboles como arcos.

Así lo hicieron. Carlos y sus nuevos amigos se pusieron a trabajar en la improvisada cancha. En poco tiempo, rieron, corrieron y jugaron felices. Aprendieron a pasarse el balón y animarse mutuamente, haciendo que cada jugada fuera especial.

Pero cuando todo estaba en su mejor momento, el balón se fue rodando lejos. Todos los chicos se detuvieron y dejaron de jugar para buscarlo. Resulta que el balón se había metido en una parte del bosque que no conocían. Carlos se sintió un poco asustado, pero se armó de valor.

- No se preocupen, yo voy a buscarlo. -dijo Carlos decidido.

- ¡Yo voy contigo! -gritó Iván, al tiempo que los demás lo acompañaban.

Caminaron por entre los árboles, escuchando el canto de los pájaros y buscando su balón. Finalmente, lo encontraron atrapado en unas ramas. Todos se alegraron y, para celebrarlo, decidieron que sería el primer gol del partido.

Al regresar al claro del bosque, Carlos fue el primero en patear el balón hacia un árbol. - ¡GOOOL! -gritaron todos, riendo y abrazándose. Desde ese momento, el juego se hizo más emocionante y divertido.

Cuando el sol empezó a ocultarse, Iván expresó lo que todos sentían:

- Carlos, gracias por venir a jugar con nosotros. Hiciste de esta fiesta algo increíble.

Carlos sonrió, sintiéndose parte de un grupo por primera vez.

- Gracias a ustedes por invitarme. Me siento muy feliz.

Luego de despedirse, mientras caminaba hacia su casa, Carlos pensó en todo lo que había sucedido. Había hecho nuevos amigos, vivió una gran aventura y, lo más importante, aprendió que la diversión y la amistad son aún más valiosas que cualquier regalo.

Desde ese día, Carlos jugaba siempre con Iván, Miguel, Javier y David, y juntos crearon aventuras inolvidables en el bosque, un lugar donde cada día se convertía en una nueva celebración de amistad.

FIN.

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