Carlos y las normas del laboratorio de computación
Era un día soleado en el colegio de Carlos, y todos estaban emocionados por la clase de computación. A Carlos le encantaba usar la computadora, pero había algo que no le gustaba tanto: las normas del laboratorio.
Cuando llegó a la clase, la maestra, la señora Elena, comenzó a explicar las reglas.
"Primero que nada, chicos, necesitamos mantener nuestros espacios ordenados. Cada uno debe cuidar su computadora y no dejar desorden" - dijo la señora Elena con una sonrisa.
Carlos hizo una mueca. Él nunca había sido muy bueno manteniendo las cosas ordenadas. Pero eso no era todo.
"También hay que respetar los turnos, muchas veces hay que esperar. Si vemos que alguien está trabajando, no podemos interrumpirlos" - continuó la maestra.
Carlos se sintió un poco confundido. ¿Por qué era tan importante eso? A él le gustaba apurarse y terminar rápido, y a veces solía interrumpir a sus amigos para mostrarles lo que había hecho. Al finalizar la explicación, la señora Elena les dijo que iban a trabajar en grupos pequeños en su proyecto de robótica, lo que hizo que Carlos se sintiera más animado.
Mientras trabajaban, su compañero Tomás estaba muy concentrado en su computadora. Carlos, entusiasmado por mostrar su idea, se acercó y dijo:
"¡Mirá lo que puedo hacer!"
Pero Tomás lo ignoró, completamente absorbido por su pantalla.
Carlos se puso un poco impaciente. Pensó que si le hablaba un poco más fuerte, tal vez prestaría atención.
"¡Tomás, ¡decime qué opinás!"
"Carlos, ¡estoy trabajando! ¡Esperá un poco!" - Respondió Tomás con un tono frustrado.
Carlos se sintió herido, pero se acordó de la norma de no interrumpir. Así que decidió ir a hablar con la señora Elena.
"Señora Elena, no puedo mostrarle a Tomás lo que hice, pero creo que es una buena idea y no me escucha" - comentó.
La maestra sonrió y le respondió:
"A veces la mejor forma de demostrar tu trabajo es siendo paciente, Carlos. Tal vez podés ayudarlo en vez de interrumpir. ¿Por qué no aprovechas ese tiempo para seguir trabajando en tu parte del proyecto?"
Carlos agradeció el consejo y aunque le costó un poco, se concentró en su tarea. Pronto empezó a notar que Tomás se estaba acercando a lo que él había expresado. Con cada segundo, Tomás parecía emocionarse más y más con la idea de Carlos.
Finalmente, Tomás se dio cuenta de que Carlos había estado trabajando en algo interesante.
"¡Wow! Eso se ve increíble, Carlos. ¿Podés explicarme un poco más?" - preguntó.
Carlos sonrió y recordó lo que aprendió de la señora Elena sobre esperar el momento adecuado.
"Claro, Tomás, ¿Cuánto tiempo tenés?"
"Todo el que necesites" - respondió su amigo con una gran sonrisa.
A partir de ese momento, ambos empezaron a colaborar y combinar sus ideas para hacer el mejor proyecto de robótica que habían hecho hasta entonces. Al finalizar la clase, la señora Elena pasó por cada grupo, observando su progreso.
"Me encanta cómo están trabajando en equipo, chicos. Recuerden que respetar las normas y los tiempos de otros también es parte del trabajo colaborativo" - los felicitó.
Carlos se sintió orgulloso y comprendió que, aunque al principio les costó entenderse, el respeto y la paciencia ayudaron a mejorar su trabajo. Lo entendió mientras pensaba en la próxima clase.
Cuando terminó el proyecto, todos se sentaron a presentar sus creaciones. Carlos y Tomás fueron elogiados por su brillante idea, y algo que Carlos no esperaba:
"Carlos, ¡te quiero invitar a que trabajemos juntos en el próximo proyecto!" - sugirió Tomás.
Carlos sonrió.
"¡Sí, me encantaría!" - exclamó.
Así, Carlos aprendió que entender y seguir las normas era fundamental para hacer lo mejor que podía. También se dio cuenta que a veces, la paciencia y el respeto son tan importantes como tener buenas ideas. Por lo que, desde aquel día, cada vez que entraba al laboratorio de computación, se esforzaba en seguir las normas, ¡y se convirtió en un experto en el trabajo en equipo!
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.