Carlos y su aventura en el río



Era un hermoso día de primavera y Carlos, un niño curioso y aventurero, estaba jugando en su jardín. Tenía un enorme patio lleno de flores de colores, árboles frutales y un pequeño columpio donde a veces se balanceaba como si fuera un pájaro en el cielo.

-Carlos, ven a comer,- llamó su mamá desde la cocina, pero él estaba tan entretenido que no la escuchaba. Había visto una mariposa amarilla y decidió seguirla. La mariposa revoloteaba de aquí para allá y Carlos no podía resistir la tentación de perseguirla.

La mariposa voló fuera del jardín y Carlos, lleno de emoción, la siguió corriendo. Se alejó un poco más de lo habitual, hasta que llegó a un pequeño sendero que lo llevó a un lugar que nunca había visto: un río que brillaba bajo el sol, rodeado de árboles altos y frondosos.

-¡Guau! - exclamó Carlos, asombrado por la belleza del lugar. El río corría suavemente y el sonido del agua le relajó. Sin embargo, al mirar a su alrededor, se dio cuenta de que estaba solo.

-Debería volver a casa,- pensó Carlos, pero al intentar dar la vuelta, notó que el sendero se veía confuso. Estaba un poco asustado. En ese momento, aparecieron dos pequeños amigos: una ardilla traviesa y un pájaro cantor.

-¡Hola! Soy Silvestre,- dijo la ardilla, moviendo su cola con alegría. -¿Te perdiste?

-Sí, un poco… pero también estoy explorando,- respondió Carlos, sintiéndose un poco más cómodo.

-Explorar es divertido, pero también es importante saber regresar a casa,- dijo el pájaro llamado Canela. -Si sigues el sonido del agua, podrás encontrar el camino de vuelta.

Carlos pensó en las palabras de Canela. Decidió escucharlos y seguir el sonido del río. Mientras caminaban, se encontró con algunos obstáculos, como piedras y ramas caídas.

-¡Mirá! Podemos saltar de piedra en piedra,- propuso Silvestre, apuntando hacia unas rocas que estaban sobre el agua.

-¡Sí! Eso parece divertido,- dijo Carlos, sintiéndose valiente. Así que saltaron juntos de piedra en piedra, riendo y disfrutando la aventura.

De repente, Carlos vio algo brillar en el agua. Se acercó lentamente y descubrió una hermosa piedra azul. -¡Miren esto! ¡Es increíble! - exclamó Carlos.

-¡Es un tesoro! ,- dijo Silvestre emocionado. -Pero el verdadero tesoro es la amistad y la aventura que compartimos,- añadió Canela con una sonrisa.

Carlos sonrió al escuchar a sus nuevos amigos. -Tenés razón. ¡Qué lindo es compartir esto con ustedes!

Luego de jugar un rato más, Carlos se dio cuenta de que el sol comenzaba a bajar. Él sabía que debía regresar a casa antes de que anocheciera.

-¿Pueden acompañarme? ,- preguntó Carlos.

-¡Claro! ,- respondió Silvestre.- Te mostraremos el camino.

Los tres amigos emprendieron el regreso, charlando y riendo. Al borde del río, los árboles parecían saludarles mientras el agua murmuraba suavemente.

Finalmente, llegaron al sendero que había traído a Carlos a la aventura. -Gracias, amigos. ¿Nos volveremos a ver? ,- preguntó.

-¡Por supuesto! ,- respondió Canela. -Siempre que quieras explorar, aquí estaremos.

Cuando Carlos llegó a su jardín, su mamá le sonrió.--¿Te divertiste, Carlos?

-Sí, ¡fue increíble! Jugué, exploré y conocí a nuevos amigos,- contestó Carlos entusiasmado.

-Importante es recordar que la diversión y la amistad son la mejor parte de una aventura,- dijo su mamá, abrazándolo. Carlos sonrió, sintiéndose feliz de haber descubierto no solo un río, sino también la importancia de la amistad y el camino de regreso a casa.

FIN.

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