Carlota, la araña generosa
Había una vez en un bosque encantado, una pequeña araña llamada Carlota. Lo que la hacía especial a Carlota era que tenía unas botas brillantes y coloridas en cada una de sus patitas.
A pesar de ser tan peculiar, Carlota era muy amigable y siempre ayudaba a los demás animales del bosque. Un día, mientras caminaba por las ramas de un árbol, una de las botas de Carlota se atascó en una telaraña.
Intentó liberarse pero no podía hacerlo sola. Sus amigos, un grupo de insectos traviesos, la vieron y empezaron a burlarse de ella.
"¡Miren a Carlota! ¡Se le atascó una patita con esa bota ridícula!", se reían los insectos sin comprender lo incómodo que era para la araña estar atrapada. Carlota se sintió triste y avergonzada por las burlas de sus amigos, pero decidió no rendirse.
Con mucho esfuerzo logró soltarse y continuó su camino decidida a demostrarles que su valía no dependía de unas botas bonitas. Días más tarde, el bosque se vio invadido por una plaga de moscas molestas.
Los insectos no sabían qué hacer para deshacerse de ellas, hasta que vieron a Carlota tejiendo hábilmente una enorme telaraña para atraparlas. Los insectos quedaron asombrados al ver cómo Carlota atrapaba todas las moscas con facilidad gracias a su destreza como tejedora. Se acercaron a ella con respeto y le pidieron perdón por haberla tratado mal antes.
"Carlota, eres increíble. ¿Nos enseñarías cómo atrapar moscas como tú?", preguntaron los insectos humildemente. Carlota sonrió y les dijo: "Por supuesto que sí, amigos. Pero primero quiero enseñarles algo más importante: la importancia de compartir".
Les explicó que si trabajaban juntos podrían atrapar aún más moscas y así todos tendrían suficiente alimento. Los insectos aprendieron la lección de Carlota y juntos comenzaron a tejer telarañas para atrapar las moscas en equipo.
Pronto tenían tanto alimento que decidieron compartirlo con otros animales del bosque que también estaban pasando hambre. Desde ese día, Carlota y sus amigos vivieron en armonía compartiendo lo que tenían con generosidad y solidaridad.
Y cada vez que alguien necesitaba ayuda o comida, ahí estaban ellos listos para tender una pata (o varias) sin dudarlo. Y colorín colorado este cuento ha terminado, pero recuerda: nunca subestimes a alguien por su apariencia o habilidades diferentes porque todos tenemos algo especial que ofrecer al mundo.
FIN.